viernes, 15 de noviembre de 2024

Eva María, la indulgencia y el biquini


 Fórmula V

Allá por septiembre de 1983, si no recuerdo mal, conocí a un colega con un afán. Años después supe que el rasgo era propio de los personajes de Luis Landero, el creador de tantos tipos entrañables. Antes de disfrutar con ellos, siendo becario, ya mostraba querencia por quienes se afanan en torno a lo absurdo e insólito. Nunca lo es del todo. Entre otros motivos, porque el afán ayuda a lidiar con la mediocridad de la vida, que es un empeño imprescindible para aguantar el tirón sin perder la sonrisa. Todavía no lo sabía, pero ahora, cuando lo de becario suena lejanísimo, me parece una obviedad.

Tomás me llevaba tres años y simultaneaba el último período de las milicias universitarias con la docencia en la universidad. A menudo le veía llegar a la facultad con el uniforme de alférez. La imagen sorprendía, pero pronto la olvidaba porque, lejos de cualquier marcialidad, hacía gala de un buen ánimo y una simpatía propia de colegas. Su carrera docente ha sido la de un sabio, aunque ya por entonces lo era y, desde luego, me apabullaba con sus conocimientos literarios.

Sin mediar razón aparente, un día me bendijo como Flumina en atención a mi primer apellido. Aquello me sorprendió y le pregunté por su voluntad de traducir al latín cualquier texto o referencia de su entorno. Lo hacía como un entrenamiento mental y reconoció que solo había encontrado dos desafíos capaces de provocarle dudas filológicas: indicarle al peluquero que deseaba «un pelado recio», dicho con su acento murciano, y el biquini de rayas de Eva María, aquella joven que en 1973 se fue buscando el sol en la playa.

No recuerdo las opciones planteadas para ambas traducciones. Una lástima, porque en su momento me parecieron bien argumentadas. Desde entonces, contagiado por el afán del alférez, he buscado traducciones tan insólitas como gratuitas para jugar con el lenguaje y sonreír, que no es poco.

El azar de las búsquedas me condujo hace unos días a la canción del verano de 1973. Eva María no solo se fue a la playa con su biquini de rayas, sino que estuvo presente en cualquier rincón gracias a los trescientos mil discos vendidos. Ahora me entero de que ejemplificaba «la música chicle». La denominación parece acertada, pero entonces era preciso ser un marciano para no enterarse de cómo era el biquini de la susodicha y, claro está, su maleta.

Ya puestos en la búsqueda, me interesé por la letra de una canción cuyo estribillo forma parte de la memoria compartida por la gente que anda con nietos o aspira a tenerlos. La encontré sin problemas, pero con una fijación del texto deficiente capaz de espantar a Tomás, que traducía a partir de lo escuchado en la radio.

La traducción al latín le habría dado empaque, pero queda fuera de mis posibilidades e ignoro si el colega la recuerda. En cualquier caso, espantado ante una letra reproducida con faltas de ortografía y una puntuación absurda, me impuse el deber de fijar el texto de manera que en internet haya, al menos, una versión digna de pasar a los anales:

Eva María se fue buscando el sol en la playa

con su maleta de piel y su biquini de rayas.

Ella se marchó y solo me dejó recuerdos de su ausencia.

Sin la menor indulgencia, Eva María se fue.

Paso las noches así, pensando en Eva María.

Cuando no puedo dormir, miro su fotografía.

¡Qué bonita está bañándose en el mar, tostándose en la arena,

mientras yo siento la pena de vivir sin su amor!

¿Qué voy a hacer, qué voy a hacer?

¿Qué voy a hacer, si Eva María se fue?

[bis]

Apenas puedo vivir pensando si ella me quiere,

si necesita de mí y si es amor lo que siente.

Ella se marchó y solo me dejó recuerdos de su ausencia.

Sin la menor indulgencia, Eva María se fue.

[estribillo]

Eva María se fue buscando el sol en la playa

Con su maleta de piel y su biquini de rayas.

[bis]

Aparte de que parece improbable que alguien deje recuerdos de una ausencia, más bien sería de una presencia, ya en su momento me sorprendió el empleo de «sin la menor indulgencia» para definir la marcha de Eva María. Supongo que sería una ocurrencia de los responsables de la canción: José Luis Armenteros y Pablo Herrero. Tampoco resulta coherente que el planteamiento de la situación se repita al final. Ya sabíamos que la moza se había marchado y, claro está, sin indulgencia alguna.

Ahora bien, ¿se marchó definitiva o temporalmente? El asunto no parece claro. Algún precipitado, sin la exégesis precisa, escribe en Wikipedia que Eva María dejó a su pareja. Sin embargo, la letra también permite entender que solo se marchó de vacaciones, tal vez con su familia como tantas jóvenes de la época. De hecho, el muchacho cuenta con una foto de ella, que pudo haber recibido durante la ausencia de la amada. Yo apuesto a que la chica estaba con sus padres en una residencia costera de Educación y Descanso, donde tantos «productores» gozaban de unos días de asueto.

Mi hipótesis me parece coherente con la época, aúna la honestidad familiar con la modernidad del biquini y, sobre todo, me evita pensar en todo un país cantando algo similar a una elegía. No, Eva María volvió morena, con su biquini y la maleta para reanudar una relación que el muchacho disfrutaría con entusiasmo renovado después de pensar en tantos recuerdos de su ausencia, que ya es ser retorcido. Eso sí, todo esto en latín tiene más empaque.

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario