sábado, 4 de febrero de 2023

La guerra innombrable de Concha Alós


La lectura de las obras de Concha Alós con el objetivo de dirigir una tesis doctoral sobre la misma me ha llevado hasta El caballo rojo, publicada originalmente en 1966 y reeditada con esmero por La Navaja Suiza en fechas recientes.
La citada novela da cuenta de las experiencias de la autora durante la Guerra Civil, cuando junto a su familia la futura escritora debió abandonar Castellón para refugiarse en Lorca. El punto de partida es esta circunstancia biográfica con su previsible dramatismo, pero pronto El caballo rojo va más allá de la misma y se convierte en una de las primeras novelas sobre la Guerra Civil escritas por quienes la habían vivido en la zona republicana y publicadas bajo la censura del franquismo.
La novela resulta interesante por diferentes motivos, pero al leerla en la actualidad no deja de sorprender un rasgo previsible si recordamos la actuación de la censura franquista durante los años sesenta: la Guerra Civil casi es innombrable, al menos como hecho histórico con sus correspondientes causas y protagonistas.
La doctrina oficial, con motivo de la campaña de los XXV Años de Paz que estudié en Petróleo, monjas y poetas, permitía la novedad de que los derrotados fueran presentados como personas, incluso como españoles. El avance era notable con respecto a lo sucedido desde 1939, pero el límite estaba en buscar algún tipo de explicación histórica acerca del conflicto que fuera más allá de lo individualizado en torno a sentimientos, pasiones, comportamientos, reacciones... cuyo origen nunca cuenta con una explicación política, ideológica o social. 
Los personajes de estas novelas viven en medio de una guerra innombrable que parece ser fruto de un destino inexorable. Concha Alós, como su amigo Ángel M.ª de Lera, lo sabían y mucho hicieron dando voz a unos derrotados que lo seguían siendo en los sesenta. El problema es que, más de cincuenta años después, esa derrota carece de cualquier contexto histórico y explícito en unos textos que nos remiten a las todavía graves restricciones de la censura en el país de los XXV Años de Paz.
A mediados de los sesenta, Concha Alós debió saber callar para poder escribir. El resultado conserva un indudable interés literario, pero también las limitaciones impuestas por una censura que no cesó hasta más allá incluso de la muerte del dictador.

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