jueves, 30 de octubre de 2025

La condena a muerte del periodista Francisco Ferrándiz Albors


 Francisco Ferrándiz Albors

La tarea del historiador está sujeta a sorpresas. Después de analizar más de cien sumarios de periodistas y escritores, el protagonizado por los hermanos Ferrándiz Albors (AGHD, 11348) me remite a un espacio próximo. El socialista Francisco Ferrándiz Albors (Planes, 1899-Montevideo, 1961) era el primogénito de un guardia civil de Alcoy. Su destino no parecía vinculado con un ámbito internacional, pero tras afiliarse al PSOE en 1917 y cursar Magisterio en Murcia completó su formación de autodidacta e, inquieto, cuatro años después abandonó Cocentaina para protagonizar la aventura de viajar por Argentina, Perú, Ecuador, Chile, Colombia, Venezuela…, dejando su huella en numerosas publicaciones periódicas de aquellas repúblicas.

El émulo viajero de otro alicantino de la época, Rafael Altamira, podría haber permanecido en un continente que amaba. Sin embargo, no terminó de afincarse en alguno de los citados países y, llegada la Guerra Civil, decidió volver a finales de marzo de 1937 procedente de El Ecuador para participar en la defensa de la II República.

La derrota llegó cuando acababa de ser nombrado director de El Socialista en marzo de 1939 y le obligó a buscar una salida de España. El fugaz responsable del órgano del PSOE emprendió un periplo por varias localidades que le llevó hasta Ceuta y Tánger, pero fracasó en el intento de exiliarse. El derrotado terminó escondido en una finca cercana a mi universidad. Allí, junto con su hermano Juan (1902-1993) y gracias a la ayuda de Amparo Ferrándiz Albors, el periodista permaneció como un topo hasta que fue localizado y detenido el 19 de diciembre de 1942.

Mientras tanto, en otro sumario (AGHD, 871), el instruido a raíz de una denuncia contra quienes colaboraron en la prensa republicana de Alicante, los instructores le andaban buscando por estar «en rebeldía procesal». Los militares nunca sospecharon de su cercanía y cuando estuvo en sus manos le condenaron a muerte en un segundo consejo de guerra celebrado el 5 de junio de 1944 bajo la presidencia del coronel Jesús Cirujeda Gayoso. Antes le habían sentenciado a treinta años de reclusión, pero al auditor le pareció un exceso de benevolencia para quien había colaborado en varias publicaciones republicanas al tiempo que ejercía de secretario de Santiago Martí, el alcalde de Alicante.

A tenor de las fechas conocidas, cabría la posibilidad de que la detención de Francisco y Juan Ferrándiz Albors no fuera el fruto de una investigación policial, sino de varias denuncias presentadas en Cocentaina el 20 de diciembre de 1942. La primera corresponde a Enrique Camallonga Gisbert, jefe local del Movimiento. El falangista acusa a los hermanos por su «significación izquierdista antes del Glorioso Movimiento Nacional» y sus actividades políticas o represivas durante la guerra como miembros del comité revolucionario de la localidad.

El mismo día comparece Elías Esteve Reig, alcalde de Cocentaina. La autoridad municipal solo tenía información sobre Juan, ya que Francisco permaneció lejos de la citada localidad. El testigo considera al hermano pequeño como «una persona de extrema izquierda, gran propagandista de su ideología, efectuándolo de palabra y por escrito». El alcalde añade que Juan formó parte del Comité Revolucionario de Defensa de Cocentaina y, sin aportar las pruebas, le acusa de publicar artículos contra el Glorioso Movimiento Nacional en un periódico de Gandía.

También el 20 de diciembre comparece Francisco Sanchis Vicent, secretario local del Servicio de Información e Investigación de FET y de las JONS. El falangista agravó las acusaciones, pues considera a Juan como responsable de saqueos. Incluso del asesinato de un vecino de Cocentaina llamado Vicente Cortés Figuerola. De Francisco tendría menos información, pero dice recordar que había sido el director de Bandera Roja en la capital alicantina -un dato erróneo-y que, en unión de otras personas, se presentó en Cocentaina para hacerse cargo de «cuantos objetos de valor y obras de arte había en el convento de las monjas clarisas».

Al día siguiente, Francisco Ferrándiz Albors amplía la declaración efectuada ante la policía militar cuando fue detenido el 19 de diciembre, según explica su hermana. La declaración debe estar incluida en los primeros folios del sumario, cuya lectura resulta dificultosa por el deterioro de la documentación. En cualquier caso, lo probable es que la detención tuviera lugar antes del 20 de diciembre y no el 21 del mismo mes, como se indica en la escasa bibliografía publicada hasta el presente. Las denuncias pasarían entonces a ser informes solicitados por los instructores del juzgado alicantino.

Francisco Ferrándiz Albors reconoce sus actividades políticas y propagandísticas, pero niega haber ejercido como director de Bandera Roja, cargo que atribuye al periodista Luis Caballero sin faltar a la verdad. El colega de las redacciones locales también le sustituyó al frente del diario socialista Avance cuando fue destinado al frente de Extremadura y, de manera sorprendente, quedó absuelto en el sumario 871 instruido contra varios periodistas alicantinos. El declarante solo admite la publicación en Bandera Roja de un artículo anticomunista, que estaría en la línea de sus reiterados ataques al PCE y sus militantes. Acerca de su presencia en Cocentaina junto con otras personas para hacerse cargo de objetos religiosos, niega que los robara. El objetivo era trasladarlos al museo de la Diputación Provincial porque corrían peligro, tal y como luego quedará atestiguado. La correspondiente denuncia de Francisco Sanchis Vicent estuvo inmotivada o fue calumniosa. Francisco Ferrándiz Albors también niega que su hermano Juan fuera el responsable local de las JSU y maltratara a derechistas de Cocentaina. Preguntado por el asesinato de Vicente Cortés Figuerola, el periodista desconoce a la víctima e ignora si su hermano tuvo alguna responsabilidad. La acusación vertida por Francisco Sanchis Vicent se diluiría a lo largo de la instrucción del sumario.

El mismo día 21 de diciembre también declara Juan, que trata de exculpar a su hermano cuando pretende hacer creer su presencia en América en octubre de 1941. Por entonces, el declarante fue detenido tras un registro en su domicilio. Juan Ferrándiz Albors reconoce la participación en el comité revolucionario de Cocentaina, pero niega haber sido el responsable de orden público. Asimismo, rebate la acusación relacionada con el asesinato de Vicente Cortés Figuerola, aunque al parecer -el párrafo se lee mal- admite la participación en su detención. Y, por último, Juan rechaza cualquier vinculación con los saqueos o los registros domiciliarios que tuvieron lugar en la citada localidad.

La declaración de Amparo el mismo día es menos tensa porque solo la acusan de amparar a sus hermanos, además de cultivar el naturismo. La dependienta de veintiséis años, empleada en una joyería, permanece en libertad provisional desde el mismo día en que Francisco y Juan ratifican lo anteriormente declarado, añadiendo que el primero fue procesado a principios de 1934 por publicar unas hojas clandestinas.

Tras estas actuaciones previas, el 28 de diciembre de 1942 el auditor manda instruir el sumario 11348 al titular del Juzgado Militar de Alicante, n.º 3, mientras Juan y Francisco permanecen en el Reformatorio de Adultos de la misma capital -el mayor fue el responsable del Cuadro Artístico del centro penitenciario- y los instructores recaban los habituales informes.

El 2 de enero de 1943, Enrique Camallonga remite al juzgado los informes de los hermanos. Amparo, según él, «estaba afecta al Partido Anarquista (sic) y servía para propagar estos ideales». El jefe local de FET y de las JONS considera que la joven es «una individua que, por su educación, por el ambiente que ha vivido y por la tendencia izquierdista de todos sus familiares, se ha manifestado y lo es en realidad muy peligrosa para nuestra Causa, y se sospecha sea enlace de elementos emboscados y muy probablemente del Socorro Rojo». Las acusaciones, a la vista de las actuaciones, quedaron en nada y permiten pensar en la inquina del enemigo político de los hermanos procesados.

Enrique Camallonga recuerda que Juan fue encarcelado en octubre de 1934 tras haber encontrado armas cortas en su domicilio, aunque el aludido lo negara posteriormente. También le vincula con el Comité Revolucionario de Cocentaina y, lo más grave, el asesinato de Vicente Cortés Figuerola sin aportar pruebas: «siendo el citado Ferrándiz el que entró violentamente en la expresada casa y al localizar debajo de una cama al Vicente Cortés disparó su pistola causándole la muerte». La acusación de asesinato no prosperó a lo largo de la instrucción.

El informe sobre el primogénito es el más extenso. Enrique Camallonga recuerda su paso por diferentes países latinoamericanos para hacer «propaganda verbal y escrita en favor de los programas marxistas». También le acusa de la realización de actividades políticas en Cocentaina y que, «al estallar el Glorioso Movimiento Nacional, era uno de los que patrocinaban a todos los elementos criminales». Ni siquiera estaba en España por entonces. Algo más atinada es la lista de cargos y empleos, aunque los dos primeros son falsos: director de Bandera Roja, vicesecretario del Ayuntamiento de Alicante y director de Avance y El Socialista. A tenor de estos datos, le considera «individuo por todos sus antecedentes políticos y sociales de mucho cuidado y peligrosísimo para el Estado Nacional Sindicalista».

Una semana después, la comandancia de la Guardia Civil de Cocentaina confirma que Juan llevaba pistola durante la guerra como responsable del orden público en el comité revolucionario, aunque no le implica en el asesinato de Vicente Cortés Figuerola. El informe ratifica las acusaciones con respecto a los otros dos hermanos, pero hay discordancia en lo relacionado con la militancia de Amparo. Si para el falangista era una militante del «Partido Anarquista», los beneméritos consideran que la naturista estaba «muy fanática por el socialismo».

El mismo 8 de enero de 1943, el alcalde de Cocentaina firma su informe sobre los hermanos. A Francisco le considera más peligroso que Juan, «a pesar de su apariencia de sensatez y mesura». A diferencia del jefe local de FET y de las JONS, el munícipe no implica al menor en el asesinato de Vicente Cortés Figuerola, «pero se le considera en esta localidad como uno de los hombres más peligrosos para nuestro Régimen Nacional Sindicalista». El informe remitido por la comandancia de la localidad de Villafranqueza, donde fueron detenidos los hermanos, ratifica los anteriores en lo fundamental.

Amparo declaró de nuevo el 1 de febrero de 1943 para explicar que escondió a sus hermanos en una finca del término de San Vicente, desde abril de 1939 hasta su detención el 19 de diciembre de 1942. El dato contradice lo expuesto acerca de los primeros meses de la Victoria por Francisco en La bestia contra España (1951). El escondite solo lo conocía la esposa de Juan y, según la declarante, les ayudó para evitarles el primer golpe.

La lógica de la actuación solidaria es evidente y, dado el tiempo transcurrido hasta la detención, Juan y Francisco esquivaron el paredón al que probablemente habrían ido en el caso de ser detenidos tras la finalización de la guerra. El milagro también fue económico, pues Amparo solo ganaba sesenta pesetas mensuales y, en total, las cuatro personas disponían de ciento cuarenta gracias a la pensión de viudedad de la madre. Los instructores nunca terminaron de creer la posibilidad de vivir con tan poco dinero.

El 10 de febrero de 1943, el instructor dictó el auto resumen por el que dejaba en libertad a Amparo, mientras pedía el procesamiento de sus hermanos. Concretamente, a Francisco, que por entonces contaba con cuarenta y tres años, le acusa de ser redactor de Claridad y Avance, así como director de Spartacus y El Socialista. A Juan le atribuye cargos menores y nada queda de la acusación de asesino de Vicente Cortés Figuerola. Tampoco persiste en la acusación por el robo de objetos religiosos, que quedó desmentida por el arquitecto Miguel López González y el escultor Vicente Bañuls Martínez en sus respectivas declaraciones del 3 de enero y el 4 de marzo. Asimismo, la acusación relacionada con el asesinato de Vicente Cortés Figuerola se diluye a partir del informe del Juzgado Municipal de Cocentaina del 31 de marzo de 1943.

A la vista de estos informes y distintos avales de personas agradecidas por la ayuda de Juan durante la guerra, el titular del juzgado instructor dicta un nuevo auto resumen el 20 de mayo de 1943 sin añadir algo significativo y un mes después lo eleva al plenario. El 19 de agosto tuvo lugar el mismo presidido por el comandante Joaquín González Martínez. La sentencia es de treinta años para Juan, veinte para Francisco y la absolución en el caso de Amparo. El auditor no la ratificó y el 9 de septiembre pide la condena a muerte para Juan y treinta años para Francisco. Dado que el proceso ya no era un sumarísimo de urgencia, el sumario se remite al Consejo Supremo de Justicia Militar, que el 20 de abril de 1944 ordena la celebración de un nuevo consejo de guerra.

El coronel Jesús Cirujeda Gayoso preside el plenario que tuvo lugar el 5 de junio de 1944. Sin aportar nuevos hechos probados o modificar los anteriores, la sentencia condena a muerte a Francisco y Juan. El auditor la ratifica en esta ocasión y la reacción en Cocentaina es inmediata. El 1 de julio unos cuarenta vecinos, todos ellos vencedores de la guerra, piden el indulto para los hermanos Ferrándiz Albors. El 22 de diciembre de 1944, el general Franco acepta la conmutación por sendas penas de treinta años. El momento más peligroso quedó atrás y Francisco solicita el indulto el 20 de febrero de 1946, a lo que accede el fiscal el 23 de agosto.

El sumario permanece incompleto en el AGHD, por lo que ignoramos los pasos posteriores hasta la excarcelación provisional en noviembre de 1945, cuando el periodista ya había sido trasladado al hospital Aunós, de Madrid, como medida de gracia por su estado de salud o  a causa de la presión exterior. La puesta en libertad fue más temprana de lo habitual gracias, probablemente, a los movimientos diplomáticos procedentes de los países en los que Francisco había vivido. Su hermano Juan salió en libertad provisional el 18 de julio de 1946 e intentó cruzar la frontera de Francia, pero fue detenido y encarcelado en Girona. Finalmente, regresó a Alcoy para trabajar en el textil y, una vez jubilado, vivió en Alicante hasta su fallecimiento en 1993.

Mientras tanto, Francisco, sabedor de la ausencia de futuro en su país y tras vivir dos años en la localidad alicantina de Villafranqueza, en 1948 marchó a Francia para trabajar con el socialista Rodolfo Llopis y posteriormente recalar en Montevideo, donde revivió su faceta como periodista y en 1951 publicó un libro testimonial: La bestia contra España: reportaje de los últimos días de la guerra española y los primeros de la bestia triunfante. Su bibliografía es más extensa, abarca distintos géneros y prueba sus inquietudes tanto literarias como periodísticas durante los años de un exilio cuya correspondencia ahora permanece catalogada en la Biblioteca Nacional.

A la luz de la experiencia de años escondido y otros en las cárceles franquistas, hasta ser condenado a muerte por sus trabajos periodísticos, Francisco Ferrándiz Albors sabía de lo que hablaba cuando se refería a «la bestia». El testimonio es valioso, pero como tantos otros derrotados el alicantino optó por la descalificación de quienes habían encarnado diferentes posturas en la defensa de la II República. Una pena, pues en el citado volumen su pluma calló acerca de lo sucedido en el consejo de guerra y la cárcel. Tampoco aclaró los motivos de su temprana excarcelación y cómo consiguió exilarse estando en libertad provisional. Un silencio que contrasta con la exposición de unas teorías acerca de la derrota que apenas van más allá de un «libro apasionado» (p. 5) y carecen de fundamento histórico. La condición de víctima debe propiciar el consiguiente respeto, pero no siempre presupone lucidez acerca de un pasado cercano todavía condicionado por los silencios. También los hubo, y muchos, entre los vencidos.


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