La tarea del
historiador está sujeta a sorpresas. Después de analizar más de cien sumarios de
periodistas y escritores, el protagonizado por los hermanos Ferrándiz Albors
(AGHD, 11348) me remite a un espacio próximo. El socialista Francisco Ferrándiz
Albors (Planes, 1899-Montevideo, 1961) era el primogénito de un guardia civil
de Alcoy. Su destino no parecía vinculado con un ámbito internacional, pero
tras afiliarse al PSOE en 1917 y cursar Magisterio en Murcia completó su
formación de autodidacta e, inquieto, cuatro años después abandonó Cocentaina
para protagonizar la aventura de viajar por Argentina, Perú, Ecuador, Chile,
Colombia, Venezuela…, dejando su huella en numerosas publicaciones periódicas
de aquellas repúblicas.
El émulo viajero
de otro alicantino de la época, Rafael Altamira, podría haber permanecido en un
continente que amaba. Sin embargo, no terminó de afincarse en alguno de los
citados países y, llegada la Guerra Civil, decidió volver a finales de marzo de
1937 procedente de El Ecuador para participar en la defensa de la II República.
La derrota llegó
cuando acababa de ser nombrado director de El Socialista en marzo de
1939 y le obligó a buscar una salida de España. El fugaz responsable del órgano
del PSOE emprendió un periplo por varias localidades que le llevó hasta Ceuta y
Tánger, pero fracasó en el intento de exiliarse. El derrotado terminó escondido
en una finca cercana a mi universidad. Allí, junto con su hermano Juan
(1902-1993) y gracias a la ayuda de Amparo Ferrándiz Albors, el periodista
permaneció como un topo hasta que fue localizado y detenido el 19 de diciembre
de 1942.
Mientras tanto, en
otro sumario (AGHD, 871), el instruido a raíz de una denuncia contra quienes
colaboraron en la prensa republicana de Alicante, los instructores le andaban
buscando por estar «en rebeldía procesal». Los militares nunca sospecharon de
su cercanía y cuando estuvo en sus manos le condenaron a muerte en un segundo
consejo de guerra celebrado el 5 de junio de 1944 bajo la presidencia del
coronel Jesús Cirujeda Gayoso. Antes le habían sentenciado a treinta años de
reclusión, pero al auditor le pareció un exceso de benevolencia para quien
había colaborado en varias publicaciones republicanas al tiempo que ejercía de
secretario de Santiago Martí, el alcalde de Alicante.
A tenor de las
fechas conocidas, cabría la posibilidad de que la detención de Francisco y Juan
Ferrándiz Albors no fuera el fruto de una investigación policial, sino de
varias denuncias presentadas en Cocentaina el 20 de diciembre de 1942. La
primera corresponde a Enrique Camallonga Gisbert, jefe local del Movimiento. El
falangista acusa a los hermanos por su «significación izquierdista antes del
Glorioso Movimiento Nacional» y sus actividades políticas o represivas durante
la guerra como miembros del comité revolucionario de la localidad.
El mismo día
comparece Elías Esteve Reig, alcalde de Cocentaina. La autoridad municipal solo
tenía información sobre Juan, ya que Francisco permaneció lejos de la citada
localidad. El testigo considera al hermano pequeño como «una persona de extrema
izquierda, gran propagandista de su ideología, efectuándolo de palabra y por
escrito». El alcalde añade que Juan formó parte del Comité Revolucionario de
Defensa de Cocentaina y, sin aportar las pruebas, le acusa de publicar
artículos contra el Glorioso Movimiento Nacional en un periódico de Gandía.
También el 20 de
diciembre comparece Francisco Sanchis Vicent, secretario local del Servicio de
Información e Investigación de FET y de las JONS. El falangista agravó las
acusaciones, pues considera a Juan como responsable de saqueos. Incluso del
asesinato de un vecino de Cocentaina llamado Vicente Cortés Figuerola. De
Francisco tendría menos información, pero dice recordar que había sido el
director de Bandera Roja en la capital alicantina -un dato erróneo-y
que, en unión de otras personas, se presentó en Cocentaina para hacerse cargo
de «cuantos objetos de valor y obras de arte había en el convento de las monjas
clarisas».
Al día siguiente,
Francisco Ferrándiz Albors amplía la declaración efectuada ante la policía
militar cuando fue detenido el 19 de diciembre, según explica su hermana. La
declaración debe estar incluida en los primeros folios del sumario, cuya
lectura resulta dificultosa por el deterioro de la documentación. En cualquier
caso, lo probable es que la detención tuviera lugar antes del 20 de diciembre y
no el 21 del mismo mes, como se indica en la escasa bibliografía publicada
hasta el presente. Las denuncias pasarían entonces a ser informes solicitados
por los instructores del juzgado alicantino.
Francisco
Ferrándiz Albors reconoce sus actividades políticas y propagandísticas, pero
niega haber ejercido como director de Bandera Roja, cargo que atribuye
al periodista Luis Caballero sin faltar a la verdad. El colega de las
redacciones locales también le sustituyó al frente del diario socialista Avance
cuando fue destinado al frente de Extremadura y, de manera sorprendente,
quedó absuelto en el sumario 871 instruido contra varios periodistas
alicantinos. El declarante solo admite la publicación en Bandera Roja de
un artículo anticomunista, que estaría en la línea de sus reiterados ataques al
PCE y sus militantes. Acerca de su presencia en Cocentaina junto con otras
personas para hacerse cargo de objetos religiosos, niega que los robara. El
objetivo era trasladarlos al museo de la Diputación Provincial porque corrían
peligro, tal y como luego quedará atestiguado. La correspondiente denuncia de
Francisco Sanchis Vicent estuvo inmotivada o fue calumniosa. Francisco
Ferrándiz Albors también niega que su hermano Juan fuera el responsable local
de las JSU y maltratara a derechistas de Cocentaina. Preguntado por el
asesinato de Vicente Cortés Figuerola, el periodista desconoce a la víctima e
ignora si su hermano tuvo alguna responsabilidad. La acusación vertida por
Francisco Sanchis Vicent se diluiría a lo largo de la instrucción del sumario.
El mismo día 21 de
diciembre también declara Juan, que trata de exculpar a su hermano cuando
pretende hacer creer su presencia en América en octubre de 1941. Por entonces,
el declarante fue detenido tras un registro en su domicilio. Juan Ferrándiz
Albors reconoce la participación en el comité revolucionario de Cocentaina,
pero niega haber sido el responsable de orden público. Asimismo, rebate la
acusación relacionada con el asesinato de Vicente Cortés Figuerola, aunque al
parecer -el párrafo se lee mal- admite la participación en su detención. Y, por
último, Juan rechaza cualquier vinculación con los saqueos o los registros
domiciliarios que tuvieron lugar en la citada localidad.
La declaración de
Amparo el mismo día es menos tensa porque solo la acusan de amparar a sus
hermanos, además de cultivar el naturismo. La dependienta de veintiséis años,
empleada en una joyería, permanece en libertad provisional desde el mismo día
en que Francisco y Juan ratifican lo anteriormente declarado, añadiendo que el
primero fue procesado a principios de 1934 por publicar unas hojas
clandestinas.
Tras estas
actuaciones previas, el 28 de diciembre de 1942 el auditor manda instruir el
sumario 11348 al titular del Juzgado Militar de Alicante, n.º 3, mientras Juan
y Francisco permanecen en el Reformatorio de Adultos de la misma capital -el
mayor fue el responsable del Cuadro Artístico del centro penitenciario- y los
instructores recaban los habituales informes.
El 2 de enero de
1943, Enrique Camallonga remite al juzgado los informes de los hermanos.
Amparo, según él, «estaba afecta al Partido Anarquista (sic) y servía
para propagar estos ideales». El jefe local de FET y de las JONS considera que
la joven es «una individua que, por su educación, por el ambiente que ha vivido
y por la tendencia izquierdista de todos sus familiares, se ha manifestado y lo
es en realidad muy peligrosa para nuestra Causa, y se sospecha sea enlace de
elementos emboscados y muy probablemente del Socorro Rojo». Las acusaciones, a
la vista de las actuaciones, quedaron en nada y permiten pensar en la inquina
del enemigo político de los hermanos procesados.
Enrique Camallonga
recuerda que Juan fue encarcelado en octubre de 1934 tras haber encontrado
armas cortas en su domicilio, aunque el aludido lo negara posteriormente.
También le vincula con el Comité Revolucionario de Cocentaina y, lo más grave,
el asesinato de Vicente Cortés Figuerola sin aportar pruebas: «siendo el citado
Ferrándiz el que entró violentamente en la expresada casa y al localizar debajo
de una cama al Vicente Cortés disparó su pistola causándole la muerte». La
acusación de asesinato no prosperó a lo largo de la instrucción.
El informe sobre
el primogénito es el más extenso. Enrique Camallonga recuerda su paso por
diferentes países latinoamericanos para hacer «propaganda verbal y escrita en
favor de los programas marxistas». También le acusa de la realización de
actividades políticas en Cocentaina y que, «al estallar el Glorioso Movimiento
Nacional, era uno de los que patrocinaban a todos los elementos criminales». Ni
siquiera estaba en España por entonces. Algo más atinada es la lista de cargos
y empleos, aunque los dos primeros son falsos: director de Bandera Roja, vicesecretario
del Ayuntamiento de Alicante y director de Avance y El Socialista. A
tenor de estos datos, le considera «individuo por todos sus antecedentes
políticos y sociales de mucho cuidado y peligrosísimo para el Estado Nacional
Sindicalista».
Una semana
después, la comandancia de la Guardia Civil de Cocentaina confirma que Juan
llevaba pistola durante la guerra como responsable del orden público en el
comité revolucionario, aunque no le implica en el asesinato de Vicente Cortés
Figuerola. El informe ratifica las acusaciones con respecto a los otros dos
hermanos, pero hay discordancia en lo relacionado con la militancia de Amparo.
Si para el falangista era una militante del «Partido Anarquista», los
beneméritos consideran que la naturista estaba «muy fanática por el
socialismo».
El mismo 8 de
enero de 1943, el alcalde de Cocentaina firma su informe sobre los hermanos. A
Francisco le considera más peligroso que Juan, «a pesar de su apariencia de
sensatez y mesura». A diferencia del jefe local de FET y de las JONS, el
munícipe no implica al menor en el asesinato de Vicente Cortés Figuerola, «pero
se le considera en esta localidad como uno de los hombres más peligrosos para
nuestro Régimen Nacional Sindicalista». El informe remitido por la comandancia
de la localidad de Villafranqueza, donde fueron detenidos los hermanos,
ratifica los anteriores en lo fundamental.
Amparo declaró de
nuevo el 1 de febrero de 1943 para explicar que escondió a sus hermanos en una
finca del término de San Vicente, desde abril de 1939 hasta su detención el 19
de diciembre de 1942. El dato contradice lo expuesto acerca de los primeros meses
de la Victoria por Francisco en La bestia contra España (1951). El
escondite solo lo conocía la esposa de Juan y, según la declarante, les ayudó
para evitarles el primer golpe.
La lógica de la
actuación solidaria es evidente y, dado el tiempo transcurrido hasta la
detención, Juan y Francisco esquivaron el paredón al que probablemente habrían
ido en el caso de ser detenidos tras la finalización de la guerra. El milagro
también fue económico, pues Amparo solo ganaba sesenta pesetas mensuales y, en
total, las cuatro personas disponían de ciento cuarenta gracias a la pensión de
viudedad de la madre. Los instructores nunca terminaron de creer la posibilidad
de vivir con tan poco dinero.
El 10 de febrero
de 1943, el instructor dictó el auto resumen por el que dejaba en libertad a
Amparo, mientras pedía el procesamiento de sus hermanos. Concretamente, a
Francisco, que por entonces contaba con cuarenta y tres años, le acusa de ser
redactor de Claridad y Avance, así como director de Spartacus y
El Socialista. A Juan le atribuye cargos menores y nada queda de la
acusación de asesino de Vicente Cortés Figuerola. Tampoco persiste en la
acusación por el robo de objetos religiosos, que quedó desmentida por el
arquitecto Miguel López González y el escultor Vicente Bañuls Martínez en sus
respectivas declaraciones del 3 de enero y el 4 de marzo. Asimismo, la
acusación relacionada con el asesinato de Vicente Cortés Figuerola se diluye a
partir del informe del Juzgado Municipal de Cocentaina del 31 de marzo de 1943.
A la vista de
estos informes y distintos avales de personas agradecidas por la ayuda de Juan
durante la guerra, el titular del juzgado instructor dicta un nuevo auto
resumen el 20 de mayo de 1943 sin añadir algo significativo y un mes después lo
eleva al plenario. El 19 de agosto tuvo lugar el mismo presidido por el
comandante Joaquín González Martínez. La sentencia es de treinta años para
Juan, veinte para Francisco y la absolución en el caso de Amparo. El auditor no
la ratificó y el 9 de septiembre pide la condena a muerte para Juan y treinta
años para Francisco. Dado que el proceso ya no era un sumarísimo de urgencia,
el sumario se remite al Consejo Supremo de Justicia Militar, que el 20 de abril
de 1944 ordena la celebración de un nuevo consejo de guerra.
El coronel Jesús
Cirujeda Gayoso preside el plenario que tuvo lugar el 5 de junio de 1944. Sin
aportar nuevos hechos probados o modificar los anteriores, la sentencia condena
a muerte a Francisco y Juan. El auditor la ratifica en esta ocasión y la reacción
en Cocentaina es inmediata. El 1 de julio unos cuarenta vecinos, todos ellos
vencedores de la guerra, piden el indulto para los hermanos Ferrándiz Albors.
El 22 de diciembre de 1944, el general Franco acepta la conmutación por sendas
penas de treinta años. El momento más peligroso quedó atrás y Francisco
solicita el indulto el 20 de febrero de 1946, a lo que accede el fiscal el 23
de agosto.
El sumario
permanece incompleto en el AGHD, por lo que ignoramos los pasos posteriores
hasta la excarcelación provisional en noviembre de 1945, cuando el periodista
ya había sido trasladado al hospital Aunós, de Madrid, como medida de gracia
por su estado de salud o a causa de la
presión exterior. La puesta en libertad fue más temprana de lo habitual
gracias, probablemente, a los movimientos diplomáticos procedentes de los
países en los que Francisco había vivido. Su hermano Juan salió en libertad
provisional el 18 de julio de 1946 e intentó cruzar la frontera de Francia,
pero fue detenido y encarcelado en Girona. Finalmente, regresó a Alcoy para
trabajar en el textil y, una vez jubilado, vivió en Alicante hasta su
fallecimiento en 1993.
Mientras tanto,
Francisco, sabedor de la ausencia de futuro en su país y tras vivir dos años en
la localidad alicantina de Villafranqueza, en 1948 marchó a Francia para
trabajar con el socialista Rodolfo Llopis y posteriormente recalar en
Montevideo, donde revivió su faceta como periodista y en 1951 publicó un libro
testimonial: La bestia contra España: reportaje de los últimos días de la
guerra española y los primeros de la bestia triunfante. Su bibliografía es
más extensa, abarca distintos géneros y prueba sus inquietudes tanto literarias
como periodísticas durante los años de un exilio cuya correspondencia ahora
permanece catalogada en la Biblioteca Nacional.
A la luz de la
experiencia de años escondido y otros en las cárceles franquistas, hasta ser
condenado a muerte por sus trabajos periodísticos, Francisco Ferrándiz Albors
sabía de lo que hablaba cuando se refería a «la bestia». El testimonio es
valioso, pero como tantos otros derrotados el alicantino optó por la
descalificación de quienes habían encarnado diferentes posturas en la defensa
de la II República. Una pena, pues en el citado volumen su pluma calló acerca
de lo sucedido en el consejo de guerra y la cárcel. Tampoco aclaró los motivos
de su temprana excarcelación y cómo consiguió exilarse estando en libertad
provisional. Un silencio que contrasta con la exposición de unas teorías acerca
de la derrota que apenas van más allá de un «libro apasionado» (p. 5) y carecen
de fundamento histórico. La condición de víctima debe propiciar el consiguiente
respeto, pero no siempre presupone lucidez acerca de un pasado cercano todavía
condicionado por los silencios. También los hubo, y muchos, entre los vencidos.
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