jueves, 23 de octubre de 2025

La depuración profesional y el Registro Oficial de Periodistas (ROP)


 La profesora Alba Gómez García

La represión franquista vinculada a los consejos de guerra durante el período 1939-1945 solo es una parte de un sistema represivo con otros instrumentos de coerción. En lo referente a los periodistas, uno de los más eficaces y extendidos es la depuración profesional para ser admitido en el Registro Oficial de Periodistas (ROP). El requisito de una inquebrantable adhesión al Glorioso Movimiento Nacional se observó con inusitada rigidez y muchísimos periodistas quedaron fuera del ROP, de tal manera que no pudieron ejercer profesionalmente, al menos de manera oficial.

La documentación relacionada con el ROP se encuentra fundamentalmente en el Archivo General de la Administración, de Alcalá de Henares. Salvo en algunos casos donde mis colegas ya han aportado información sobre la inclusión o no de unos determinados periodistas en el registro, en nuestros trabajos hemos dejado al margen esta cuestión. Así sorteamos una documentación que, de otra manera, sería inabarcable para un solo investigador.

El historiador selecciona un objetivo y deja al margen otros tan coetáneos como próximos en todos los sentidos. Esta circunstancia, derivada de la necesidad de plantear una meta alcanzable, no supone el olvido de diferentes materias que conviene conocer en la medida de lo posible. Si no seleccionamos y delimitamos, procurando la coherencia del objetivo, estamos abocados a una tarea que por su amplitud en el mejor de los casos resulta abordada de manera superficial.

Los periodistas que no sufrieron consejos de guerra, pero quedaron fuera del ROP, son numerosos por el papel propagandístico encomendado a la prensa en la ley del 22 de abril de 1938, aprobada en plena guerra, que estuvo vigente hasta la llegada de Manuel Fraga al Ministerio de Información y Turismo. Mirta Núñez Díaz-Balart presentó un balance en este sentido, pero el alcance de la depuración se percibe con una especial nitidez cuando observamos un caso significativo.

La joven y brillante investigadora Alba Gómez García ya ha publicado varios libros sobre la historia del teatro español durante el siglo XX. El más reciente es el ensayo titulado La crítica teatral en el diario Nueva Rioja durante la posguerra (1939-1951). Estas investigaciones centradas en un ámbito local, alejado del centralismo madrileño o de unas pocas más ciudades, permiten matizar y hasta reconsiderar las conclusiones de los manuales al uso. Alba Gómez García lo demuestra con el rigor habitual en sus trabajos, pero en esta ocasión yo entresacaría un episodio de su citado libro por la relación con las entradas del presente blog.



Imagen de la portada del libro de Alba Gómez García

La investigadora escribe acerca de quienes ejercieron la crítica teatral en la prensa riojana durante el período acotado. Entre los mismos destaca la figura de Juan Cayetano Melguizo Celorrio (1893-1960), un empleado municipal de Logroño y veterano periodista con más de veinte años de experiencia cuando la guerra comenzó. La Rioja fue territorio de los sublevados desde el principio de la misma y el periodista, con una presencia notable en la vida cultural y social de la capital, sorteó la amenaza de los consejos de guerra porque nunca ejerció de «rojo».

No obstante, una vez finalizada la contienda, Juan Cayetano Melguizo Celorrio fue sometido a la depuración profesional como periodista tras haber sido apartado de su plaza de funcionario en el ayuntamiento de la capital. El 10 de octubre de 1940, el gobernador civil y el jefe provincial de Prensa y Propaganda enviaron a Madrid su expediente de depuración y el 27 de marzo del año siguiente la Delegación Provincial de Prensa resolvió la inhabilitación del veterano periodista.

El caso ya había sido estudiado exhaustivamente por M.ª del Pilar Salas Franco en un trabajo de 2006, pero lo he conocido a través de las páginas del citado libro sobre la crítica teatral durante la posguerra riojana. Al leer los textos de Juan Cayetano Melguizo Celorrio nadie tiene la impresión de estar ante una crítica de criterios avanzados o izquierdistas. El tono general es el previsible en un ámbito provinciano, pero siempre empleado con la seriedad de quien amó al teatro de manera incuestionable. Así fue, pero no bastó cuando el requisito era, además, mostrar entusiasmo por el Glorioso Movimiento Nacional. También al dar cuenta de lo visto en los escenarios de la época, tan obsesivamente controlados como pone de manifiesto el libro de Alba Gómez García.

El caso del periodista Juan Cayetano Melguizo Celorrio se suma a los protagonizados por otros muchos colegas que sufrieron una masiva exclusión profesional solo aliviada, a veces, al cabo de los años. El análisis detallado de esta actividad represiva queda pendiente a la espera de investigaciones capaces de abordar la ingente documentación. Sin embargo, cabe observar un detalle significativo: Alba Gómez García señala que uno de los acusadores presentes en el expediente de depuración de Juan Cayetano Melguizo Celorrio fue Ismael Serranos, que sucedería al acusado como cronista de espectáculos en la prensa riojana (p. 98). La estrategia del reemplazo mediante la denuncia es frecuente en la Victoria.

Los trabajos de M.ª del Pilar Salas Franco y de la propia Alba Gómez García aportan mucha más información al respecto. A ellos me remito para observar los necesarios matices, pero me quedo ahora con una circunstancia tantas veces observada en los sumarios judiciales y demás documentación relacionada con la represión de los periodistas y escritores: el denunciante o acusador era un posible beneficiario de la denuncia o acusación. La correspondiente perspectiva de futuro engrasó hasta extremos inimaginables los mecanismos de la represión durante la Victoria.


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