miércoles, 28 de junio de 2023

Los días azules de Antonio Machado


Los historiadores de la literatura tendemos a perdernos en las numerosas circunstancias relacionadas con nuestra tarea y, a veces, olvidamos lo fundamental de la misma: su motivación. El resultado es un dejarse llevar por una dinámica capaz de desnaturalizar el trabajo realizado. Al cabo de cuarenta años de experiencia docente en la universidad, lo compruebo con una frecuencia preocupante y temo haber incurrido en ese mismo defecto en alguna ocasión. La burocratización de la investigación y la docencia es un factor determinante, pero también la incapacidad individual para manifestar un criterio crítico ante las consecuencias últimas de esa misma burocratización que, simplemente, impide saber por qué somos profesores e historiadores de la literatura.
Frente a estos peligros, conviene de vez en cuando pararse a pensar, olvidarse de los mil trámites que nos acechan cotidianamente y leer como al principio de nuestra experiencia, cuando decidimos optar por un trabajo en función de una motivación más o menos concreta. También cabe contemplar un excelente documental como el de Laura Hojman dedicado a la figura de Antonio Machado: Los días azules (2020). La experiencia es muy gratificante y, desde luego, permite un reencuentro con aquello que me impulsó a ser un profesor de literatura en la universidad.
Antonio Machado es una lectura en mi caso de los veinte años, cuando te defines como lector y, en buena medida, como persona. Nunca he escrito sobre su obra y tampoco la he explicado en clase. Apenas importa, porque cuando un autor verdaderamente impacta en nuestra conciencia estas circunstancias son secundarias.
Al ver el documental, tan certero a la hora de reflejar las ideas básicas en torno a Antonio Machado, recordé mis lecturas de estudiante, pero también una larga conversación en Murcia con Rafael Azcona. El guionista había sido poeta provinciano en el Logroño de los años cincuenta y, como tal, ferviente seguidor de la estela dejada por don Antonio. Su admiración, al cabo de las décadas, seguía intacta y tuvimos la oportunidad de compartir los motivos de la misma.
Sus palabras siempre mezclaban lo anecdótico con la sabiduría, pero recuerdo especialmente una reflexión en torno a Machado, a quien Rafael Azcona consideraba más como un maestro que como un poeta. La razón era sencilla: maestro es aquel capaz de transmitir con sencillez pedagógica lo complejo sin restar complejidad o trascendencia a lo transmitido. El objetivo pasa por una búsqueda de lo esencial, que a menudo encontramos en unos poemas donde nada falta o sobra.
La reflexión de Rafael Azcona me vino a la cabeza mientras veía el documental de Laura Hojman e intuyo que la compartió también esta excelente y joven directora, cuya sensibilidad para los temas literarios también aprecié en un posterior trabajo sobre María Lejárraga. Los días azules nos devuelve el Antonio Machado esencial, aquel sujeto inútil para la vida considerada práctica, incapaz de hacer un solo trámite, pero dispuesto a observar para reflexionar y transmitir con la sencillez de la elegancia el fruto de esa observación sobre lo verdaderamente importante, como aquellos limoneros de su infancia o del paraíso perdido con el paso de los años.
Pau Casals acudió a la tumba de Antonio Machado, una vez restaurada, para dedicarle su composición más universal como forma de respeto y agradecimiento. Yo carezco de violoncello y de talento musical para hacerlo, pero pienso que cuando, como casi todos los días, emprendo la tarea de conocer y enseñar la literatura hago mi particular homenaje a la memoria de quien también fue mi maestro, ese sujeto que, además de enseñarnos lo esencial de forma sencilla, admiramos como un referente inexcusable en unos tiempos donde tantos supuestos referentes son perfectamente excusables.

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