domingo, 4 de junio de 2023

El asesinato de García Lorca visto por Echea


La investigación histórica requiere muchas horas de trabajo y elevadas dosis de paciencia. El repaso de una hemeroteca tan amplia como la madrileña del período de la Guerra Civil es uno de los pilares que me ha permitido escribir el ensayo Las armas contra las letras, actualmente a la espera de ser publicado. El secretario del Juzgado Militar de Prensa hizo, a su manera, el mismo trabajo durante la inmediata posguerra, pero solo a la búsqueda de algunas pruebas aisladas con que inculpar a los procesados. Mi objetivo ha sido observar todo lo publicado en la prensa del período 1936-1939 para conocer la verdadera dimensión de la tarea realizada por estos dibujantes y, además, probar hasta qué punto los informes remitidos por ese secretario a veces se alejaban de la realidad documentada. La premura en la instrucción es obligatoria en los sumarísimos de urgencia y esta circunstancia suele inducir a notables errores, que en ocasiones derivan en condenas a muerte.
Echea fue el caricaturista habitual en las páginas del vespertino madrileño La Voz. La mayoría de sus creaciones, en una línea similar a la de José Robledano, critican la política de no intervención y hasta qué punto la misma favoreció la presencia en España de las tropas alemanas e italianas. De hecho, Mussolini y Hitler son los personajes históricos con una mayor presencia en sus caricaturas. No obstante, en esta línea editorial bastante reiterativa aparecen excepciones, como la del anuncio del asesinato de Federico García Lorca, que conmocionó a los republicanos. 
Echea se hace eco de la luctuosa noticia el 10 de septiembre de 1936 y acierta cuando vislumbra hasta qué punto la sombra de esa muerte hará célebres a sus asesinos, aquellos que le mataron en unas circunstancias que han requerido una compleja investigación y, sobre todo, a quienes le mandaron matar o miraron en otra dirección sin impedir tan atroz violencia. 
Un detalle a recordar: Miguel Hernández, cuando fue capturado cerca de la frontera portuguesa, lo primero que dijo a sus captores es que no repitieran lo hecho con su amigo García Lorca, pues sabía que la repercusión de la noticia había sido enorme y las autoridades franquistas no deseaban volver a cometer el mismo error. La alternativa, mucho menos perjudicial para sus intereses, fue dejar morir al poeta de miseria en la cárcel alicantina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario