El viaje por los pueblos de la ficción que han quedado alojados en mi memoria protagonizó el primer capítulo de La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano (2008). Los billetes para el mismo resultan económicos y, a pesar de que en las décadas de los sesenta y setenta cualquier lujo quedaba lejos de mi alcance, pude desplazarme al extranjero para visitar algunos de esos entrañables lugares donde todo parece diáfano gracias al tratamiento de la ficticio.
Uno de esos pueblos fue el comandado, en régimen de eterna rivalidad, por el párroco Don Camilo y el alcalde Peppone. Lo conocí gracias a las novelas de Giovanni Guareschi, por entonces muy populares, y muchos años después lo reconocí en las películas que llevaron al cine con gran éxito a estos dos cascarrabias testarudos. Ambos se admiraban mutuamente mientras andaban a la gresca por hacerse con la feligresía, la religiosa y la laica. Los respectivos semblantes ceñudos nunca iban más lejos de ser un motivo para la sonrisa del lector o el espectador.
La simple posibilidad de que ambas feligresías pudieran dialogar o convivir sin miedo a la represión me parecía fascinante en unos años donde, en España, todavía andábamos lejos de esa normalidad que es la base de la democracia. Os dejo un párrafo de lo escrito al respecto en La sonrisa del inútil:
Don
Camilo y Peppone formaban una unidad complementaria, como tantas otras parejas
de opuestos enfrascadas en una eterna disputa que, en el fondo, se basa en la
amistad y el mutuo reconocimiento. El eje de las historias era el párroco
siempre dispuesto a arremangarse la sotana para resolver a su manera cualquier
tipo de problema. Contaba con la ayuda de un Dios parlanchín que se mostraba
comprensivo y tolerante, aunque le reconvenía por los excesos propios de una
nobleza reconocida hasta por sus adversarios. Peppone era el eterno alcalde de
aires estalinistas. Fue caracterizado a menudo por el sonriente anticomunismo
de su creador. Impulsivo y algo brutote, también se mostraba noble y dispuesto
a pactar con su inseparable Don Camilo, al que había conocido en los tiempos de
una compartida militancia en las filas de la resistencia contra los nazis y los
fascistas. Desconozco si de verdad hubo curas partisanos o también en ese
aspecto fue Don Camilo una excepción, que le vendría bien a la iglesia italiana
a la hora de lavar su imagen democrática. En cualquier caso, y sin plantearme
preguntas propias de un colmillo retorcido por la experiencia, disfruté durante
la adolescencia con la lectura de sus peripecias salpicadas con humor. Giovanni
Guareschi las utilizaba para situar en un ámbito municipal -abarcable y
reconocible como una unidad adecuada para sus fábulas- cuestiones de una
actualidad que nos llegaba con el retraso habitual durante el franquismo. Era
una forma sencilla de abordar temas complejos y, en aquellos años donde todo lo
relacionado con la práctica de la libertad resultaba nuevo y atractivo, el
novelista italiano contó con numerosos lectores españoles que se sumaron a los
millones que tuvo en buena parte de Europa.
https://publicaciones.ua.es/libro/la-sonrisa-del-inutil_128106/
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