jueves, 23 de marzo de 2023

Castillos de fuego, de Ignacio Martínez de Pisón


 

LA IMPORTANCIA DEL DETALLE

Castillos de fuego (2023), de Ignacio Martínez de Pisón, ha tenido una excelente acogida crítica. El autor zaragozano afincado en Barcelona apenas sorprende al lector porque, desde hace décadas, lleva adelante una tarea novelística presidida por la coherencia de unas constantes que le caracterizan con nitidez. Entre las mismas está el gusto por el detalle preciso, que es el resultado de una concienzuda tarea de documentación donde el literato se solapa con el historiador o, al menos, el creador riguroso que confía lo estrictamente necesario en la imaginación.

Esta circunstancia resulta llamativa cuando nos adentramos en una época tenebrosa como la posguerra, casi siempre parca en una información accesible que supere los lugares comunes o las obviedades. Ignacio Martínez de Pisón indica al final de su novela las monografías que le han ayudado a documentarse. El rasgo prueba su honestidad cuando algunos colegas cultivan un pretendido adanismo no exento de soberbia. Sin embargo, es evidente que la labor de documentación va más allá de esa relación bibliográfica. Lo percibimos en múltiples y pequeños detalles que salpican el relato: los nombres de las calles, las distancias de una precisa geografía urbana, las referencias a personajes de la época, el paisaje de un Madrid desbastado, la imagen de los protagonistas, el interior de los domicilios…

Todo, absolutamente todo, está cuidado con esmero para dar al detalle la importancia de un elemento protagonista. Algunos pensarán en una innecesaria demora que ralentiza el ritmo narrativo. Otros lo agradecemos como fieles lectores. Al final, el resultado es la posibilidad de adentrarte en unas coordenadas ancladas en el pasado, pero percibidas con la nitidez del observador capaz de trasladarnos su propia percepción con sencillez, dejándonos ver también a nosotros porque el mediador sabe desaparecer una vez realizada su labor con una honestidad poco frecuente.

Tras largos meses de investigación para escribir Las armas contra las letras, la lectura de esta magnífica novela de Ignacio Martínez de Pisón me ha brindado la posibilidad de vivir durante unas semanas en ese Madrid de la represión que, desde diferentes perspectivas, ambos recreamos para fortalecer la memoria de una época verdaderamente dramática porque la guerra no había terminado para muchos. La conclusión, claro está, no es solo una frase a la búsqueda del titular periodístico, sino una realidad probada con la contundencia de lo abrumador.

La experiencia de esta lectura produce escalofríos y genera preguntas de difícil respuesta, pero es absolutamente necesaria para un historiador que a menudo solo dispone de los documentos archivísticos, tan imprescindibles como alejados del pálpito cotidiano. El mismo lo recoge Ignacio Martínez de Pisón con las dotes de un observador avezado que sabe encontrar en el detalle, el más preciso y veraz, la prueba que remite a una época recreada a brochazos por otros creadores menos dispuestos al trabajo.

La enseñanza para el investigador universitario, también lector, es obvia: búsqueda constante de detalles bien seleccionados, presentados con precisión y documentados para garantizar la veracidad. El relato de la historia, con estos materiales bien escalonados, viene dado sin necesidad de recursos efectistas, sobre todo si se cuenta con la solidez narrativa de Ignacio Martínez de Pisón.

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