domingo, 12 de marzo de 2023

El coronel Eymar y el procesamiento de Jaime Menéndez Fernández


Cualquier historiador que haya escrito sobre la represión franquista conoce la figura del coronel Enrique Eymar Fernández (1885-1967), sobre todo a raíz de los trabajos del magistrado Juan José del Águila Torres sobre el Tribunal de Orden Público y las jurisdicciones especiales del franquismo. Su trayectoria siempre me ha interesado porque se trata de un militar que permaneció en Madrid durante la Guerra Civil como subdirector del Museo del Ejército. A pesar de ser procesado el 23 de mayo de 1939, según nos informa el citado jurista, consiguió salir indemne y, además, a continuación inició una carrera ascendente hasta convertirse en «un duro entre los duros» de acuerdo con la caracterización presentada por mi colega de estudios sobre la represión.
Ese interés por la figura de quien debía hacerse perdonar una parte de su pasado le asemeja, aunque las circunstancias sean distintas, con la de otro miembro del cuerpo jurídico militar, el capitán y juez instructor Manuel Martínez Gargallo. Ambos fueron especialmente duros en la aplicación de la legislación franquista y cabe aventurar la hipótesis de que esa dureza respondiera a motivaciones personales relacionadas con un pasado distante del canon impuesto por los vencedores. También el titular del Juzgado Militar de Prensa había permanecido una temporada en el Madrid de la guerra.
Nunca había estudiado un sumario instruido por el coronel Eymar y solo conocía lo publicado por otros colegas. Ahora, gracias a la consulta del sumario 26794 depositado en el Archivo General e Histórico de Defensa, he sabido de sus prácticas como instructor en el caso del periodista Jaime Menéndez Fernández, El Chato. 
El tema merece una investigación exhaustiva que estoy actualmente realizando, pero de salida la instrucción llevada a cabo por el coronel Eymar entre el 10 de noviembre de 1942 y el 27 del mismo mes, con unas prisas sorprendentes para el momento, plantea serias dudas con respecto a la propia legalidad franquista. La circunstancia no es nueva y la explico con lujo de detalles en Las armas contra las letras, que actualmente está en trámites para su edición.

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