La cultura franquista hizo todo lo posible para que en España ni siquiera se hablara del exilio republicano o, llegados los años sesenta, se abordara mediante eufemismos. Una de las víctimas de esta consigna de la censura fue el insigne Rafael Altamira, cuyo fallecimiento en 1951 prácticamente fue silenciado y, en 1966, con motivo de la celebración de su centenario vio su figura cercenada en unos homenajes que evidencian el cinismo del franquismo. El tema lo abordé en un capítulo de Usted puede ser feliz (2013) y ahora el texto es accesible mediante el siguiente enlace al Repositorio de la Universidad de Alicante:
http://hdl.handle.net/10045/132447
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