viernes, 26 de diciembre de 2025

La historia solidaria de Diego y Antonio Alba Cortina


 Diego Alba Cortina, redactor de Oasis

El periodista extremeño Diego Alba Cortina (1909-1981) no fue movilizado por su discapacidad física, pero combatió en las trincheras de las cabeceras republicanas y perdió la guerra antes de cumplir los treinta años. La perspectiva de quedarse en Madrid tras haber formado parte de la redacción de Mundo Obrero era preocupante, pero su cojera tampoco le permitiría ir demasiado lejos. Consciente del peligro que corría junto con sus colegas de la prensa, el también colaborador de El Sol, ABC y Blanco y Negro permaneció en la capital gracias a la hospitalidad de su hermano Antonio, un alférez del ejército vencedor al que sacó de una checa durante la guerra. La solidaridad fraternal, transmitida por fuentes de la propia familia, es una constante de este relato.

El amparo de una familia bien vista por los vencedores no suponía una garantía para evitar la detención, la cárcel y el sumarísimo de urgencia. Tampoco el de otras personas de derechas a las que el joven procedente de Alburquerque ayudó cuando estaba en condiciones de hacerlo. En cualquier caso, no había alternativas para Diego Alba Cortina y solo cabía confiar en una suerte que, a tenor de lo visto en estos volúmenes dedicados a los periodistas y escritores, casi siempre era esquiva para los vencidos. El extremeño no fue una excepción, pero salió mejor parado que otros colegas y amigos.

La detención de Diego Alba Cortina llegó pronto porque toda la población que había permanecido en Madrid estaba bajo sospecha. El 17 de junio le detuvieron acusándole de haber participado en un registro domiciliario durante «la época roja» y lo trasladaron a las dependencias policiales de la calle Almagro, 36, de sombrío recuerdo para muchos republicanos por la generalizada práctica de la tortura. Allí encontró detenidos a dos colegas y amigos: Manuel Navarro Ballesteros y Eduardo de Guzmán, que ya estaban camino de afrontar una condena a muerte como responsables de Mundo Obrero y Castilla Libre respectivamente. Su acusación era algo menor y, ante la posibilidad de salir libre, el primero le pidió que contactara con su novia para disponer de comida y el segundo que hiciera lo mismo con su madre, a la que pretendía tranquilizar tras varias semanas sin saber el paradero de quien pretendió exiliarse desde el puerto de Alicante.



Manuel Navarro Ballesteros

El 20 de junio Diego Alba Cortina recobró la libertad y cumplió los encargos con la solidaridad que le caracterizaría a lo largo de su trayectoria biográfica. El extremeño llamó a la madre del periodista anarquista, le facilitó su localización y a partir de ese momento la mujer inició unas gestiones decisivas para que los militares conmutaran la pena de muerte de Eduardo de Guzmán. El otro encargo era más comprometido. Para llevarlo a cabo sin levantar sospechas, recurrió a su sobrino Antonio, de dieciséis años, que trabajaba en el picadero de su padre y se personó en el domicilio de la mecanógrafa Concepción García Morán. La joven de veintidós años había formado parte de la plantilla de Mundo Obrero y permanecía en libertad junto con su madre. La supuesta novia de quien fuera director de la cabecera comunista recibió el encargo y, agradecida porque Manuel Navarro Ballesteros le había traído alimentos de Valencia durante la guerra, intentó llevarle comida a las dependencias de la calle Almagro.

Concepción García Morán pronto encontró otro trabajo en el Madrid de la Victoria como mecanógrafa. Dado su horario laboral, la joven que vivía con su madre no podía llevar la comida personalmente al director de Mundo Obrero. La alternativa fue recurrir a su amiga Elena Iturrino Delvina, una perfecta desconocida en los archivos que realizó el encargo sin problemas los días 4, 5, 6 y 7 de julio. A partir del 8 le sustituyó Carmen Otero Pérez, de treinta años, antigua mecanógrafa del diario comunista y en paro desde el final de la guerra.

La necesidad de comer se solapaba con la solidaridad a menudo porque el objetivo predominante era sobrevivir en aquel Madrid. Ante la posibilidad de que el favor a la amiga le ayudara a encontrar trabajo gracias a las gestiones de Concepción, Carmen afrontó el peligro de entrar en las dependencias de la calle Almagro hasta que el domingo 9 tanto ella como su amiga fueron detenidas. Las autoridades penitenciarias no garantizaban la alimentación de los presos y, al mismo tiempo, sospechaban de quienes las suplían en este menester. La actitud es propia de quienes buscan el exterminio del «enemigo».

El motivo de la detención lo explican los agentes que así procedieron en la declaración efectuada ante la División de Investigación Política del SIPM, en la calle Alcalá, 82. Los policías destinados en las dependencias de la calle Almagro sospecharon que «las espléndidas comidas» recibidas por Manuel Navarro Ballesteros respondían a una iniciativa del Socorro Rojo, «ya que dicho sujeto había manifestado no tener parientes ni amigos en Madrid». El periodista comunista los tenía porque procedía de una familia numerosa, pero todos los miembros de la misma estaban encarcelados, huidos o deseosos de que nadie se acordara de su existencia.

La detención de Concepción García Marín y Carmen Otero Pérez, por llevar «espléndidas comidas» a un detenido sin fortuna ni familia, pronto acarreó la de Diego Alba Cortina como responsable de la iniciativa solidaria en respuesta al encargo de los colegas recluidos en la calle Almagro. Ellas habían trabajado como mecanógrafas en Mundo Obrero durante la guerra, no pudieron justificar a satisfacción de los agentes la motivación de su solidaridad y quedaron encarceladas en Las Ventas, mientras que el periodista de la misma cabecera pasó a las dependencias penitenciarias de Conde de Torrijos.

Las cárceles de la época eran un horror de hacinamiento y miseria donde la supervivencia en buena medida dependía del azar. Allí permanecieron las dos mujeres, sin que los militares les formularan una acusación, hasta el 6 de marzo de 1940, cuando el auditor mando instruir el sumario 61571 al titular del Juzgado Militar Permanente n.º 17, el comandante José M.ª Sousa y Casani.

Los casos de ambas mecanógrafas acabarían sobreseídos poco después tras recabar las declaraciones de las detenidas y los informes acerca de su conducta durante la guerra y el Glorioso Movimiento Nacional. Para entonces habían pasado ocho meses en la cárcel por llevar comida al comunista Manuel Navarro Ballesteros. El sobreseimiento vino, en realidad, cuando se había consumado una brutal condena a la vista de las acusaciones que constan en el citado sumario del AGHD. La circunstancia conviene tenerla en cuenta a la hora de elaborar estadísticas cuyas cifras esconden estas realidades desveladas por la microhistoria. Las protagonistas de las mismas suelen ser mujeres que casi nunca constan en los anales.

El 9 de julio de 1939 tuvieron lugar las primeras declaraciones de los tres encausados del sumario instruido por el comandante José M.ª Sousa y Casini. La mecanógrafa Concepción García Morán reconoce que en mayo de 1937 ingresó en la redacción de Mundo Obrero, donde trabajó hasta el final de la guerra y entabló amistad con Manuel Navarro Ballesteros, aunque obvia que era su secretaria. La declarante también admite que estuvo afiliada al PCE y el SRI desde enero de 1938. No obstante, afirma que se apartó de estas organizaciones cuando pasaron a ser clandestinas. Niega haber mantenido relaciones con otros antiguos militantes y declara que su encuentro con Diego Alba Cortina, a quien conoció en la citada redacción, fue casual. Por último, admite haber gestionado la entrega de comida al compañero detenido con la ayuda de Elena Iturrino Delvina y Carmen Otero Peláez, a quien acompañó ese mismo día 9 de julio por ser domingo y tener la jornada libre. La policía le estaba esperando al constatar que Manuel Navarro Ballesteros recibía «espléndidas comidas» sin tener familiares en Madrid.

Carmen Otero Peláez manifiesta que llevó la comida a las dependencias policiales de la calle Almagro los días 8 y 9 de julio por solidaridad personal con un antiguo compañero de trabajo y sin pertenecer al SRI. Pasó a prisión al igual que su amiga y Diego Alba Cortina, que declara haber ingresado en Mundo Obrero para proteger a su hermano Antonio. La afirmación es propia de una estrategia defensiva. Allí permaneció como redactor hasta el final de la guerra y conoció a Manuel Navarro Ballesteros, Concepción García Morán y Elena Iturrino Delvina, de la que nunca se supo a lo largo del sumario.

El periodista que llegó a Madrid en 1932 y colaboró con reportajes sin firma en la revista Oasis (1934-1936), dirigida a un lector viajero con alto poder adquisitivo, debió pasar meses en paro a tenor de los datos que nos constan. En su declaración reconoce su afiliación al PCE y el SRI durante la guerra «por ser obligatorio para trabajar en el periódico», aunque dejó atrás esa militancia porque «desde que abandonó el periódico rompió toda relación con el partido y todos sus componentes». Por último, el extremeño afirma haber estado recluido en su domicilio, probablemente el de su hermano Antonio, tras la llegada de las tropas del general Franco. Motivos le sobraban a la vista de las detenciones de todos sus colegas que permanecieron en Madrid.

La historia de la solidaridad con Manuel Navarro Ballesteros se complica con la presencia de una relación personal difícil de probar. Diego Alba Cortina afirma que Concepción era la secretaria y novia del director de Mundo Obrero, pero por razones obvias ella lo niega para evitar el agravamiento de su situación procesal. El careo entre ambos encartados, mandado realizar por los responsables del SIPM, no aclara la cuestión, pero el resultado es el mismo: los tres interrogados ingresaron en la cárcel el 9 de julio.

Las fechas de la documentación incluida en los sumarios a menudo deparan sorpresas o incoherencias desde el punto de vista jurídico. Cuando todavía los tres encartados permanecían encarcelados, sin mediar ninguna diligencia que permitiera avanzar la instrucción, el titular del Juzgado Militar Permanente n.º 20 decreta su libertad provisional el 13 de marzo de 1940.

Poco después llegaron los correspondientes informes, cuyo conocimiento era preceptivo para adoptar esa medida. En el caso de las dos mecanógrafas corroboraron la decisión de dejarlas en libertad, pero en el de Diego Alba Cortina la llegada de los documentos supuso una nueva detención, que se produjo el 5 de febrero de 1941. El tiempo transcurrido para localizarle, inusualmente prolongado a tenor de otros casos de la época, hace presumible una protección por parte de su hermano Antonio, cuya intervención también resultaría decisiva para que Diego dispusiera de numerosos y significativos avales durante la instrucción del consejo de guerra.

Antes de ser puesto en libertad, el 18 de enero de 1940. Diego Alba Cortina declaró por primera vez en el juzgado de instrucción. El periodista ratifica la anterior declaración ante el SIPM y explica que ingresó en la redacción de Mundo Obrero «con el fin de proteger y ayudar a su familia y a su hermano, que se encontraban en Madrid, todas personas de derechas». La cita de Antonio Alba, alférez del ejército, resultaría decisiva a la hora de su sorprendente puesta en libertad antes de que llegaran informes comprometedores para su suerte procesal.

Mientras tanto, Concepción García Morán encuentra en el informe de la DGS fechado el 4 de abril de 1940 un aval para su estrategia de defensa que terminaría en el sobreseimiento. La policía señala que trabajó en la redacción de Mundo Obrero y militó en el PCE, pero que la mecanógrafa lo hizo para solventar «la crítica situación económica de su casa» y, además, «ha proporcionado informaciones a elementos nacionales que estaban en Madrid y cotizaba para el Socorro Blanco». Ambas circunstancias parecen entrar en contradicción con su comportamiento al ayudar a Manuel Navarro Ballesteros cuando estaba detenido, salvo que en esta ocasión prevaleciera una relación sentimental por encima del posible doble juego mantenido a lo largo de la guerra.

El informe de FET y de las JONS del 9 de abril acerca de Concepción García Morán va en la misma dirección que el de la DGS. Aparte de reiterar la difícil situación familiar de la mecanógrafa, esta «facilitaba noticias a todas las personas de derechas que conocía teniéndoles al corriente de todo lo que sucedía en Mundo Obrero». Nunca sabremos si la secretaria y supuesta novia de Manuel Navarro Ballesteros fluctuó entre los dos bandos a lo largo de la guerra, pero es evidente que, para buscar el sobreseimiento, estaba dispuesta a renegar de un pasado capaz de resucitar cuando se mostró solidaria con quien iba camino del paredón.

El 15 de junio de 1940 la Guardia Civil remite al juzgado su informe sobre Diego Alba Cortina. El periodista desde junio de 1937 «trabajó como redactor en Mundo Obrero demostrando gran entusiasmo y colaborando en favor de la causa marxista, publicó varios artículos firmados por él elogiando y defendiendo la causa roja y censurando a la vez la actuación de nuestro Glorioso Ejército y de nuestro invicto Caudillo». Además, «es posible sin poderlo concretar en exactitud estuviese afiliado al partido comunista, requisito indispensable para poder trabajar en la redacción de Mundo Obrero, simpatizó con la causa marxista y estaba sindicado en la UGT».

Al margen de las redundancias de un informe tan mal redactado como la mayoría de los consultados en estas investigaciones, cabe subrayar, esta vez como novedad, que el mismo incluye un aval favorable al periodista. Rafael Hernández Ramírez de Alda, jefe de redacción de Informaciones que también había trabajado como cronista en La Libertad, según su ficha depositada en el CDMH. El avalista califica al encartado como no peligroso para el Glorioso Movimiento Nacional y como amigo recuerda su comportamiento solidario con personas de derechas durante la guerra. Lo sorprendente del aval es que figure en un informe de la Guardia Civil.

El posterior informe de la DGS, aparte de contener falsedades obvias y malintencionadas sobre el momento de la llegada a Madrid del periodista, presenta a un Diego Alba Cortina que desde las páginas de Mundo Obrero destacó «por su campaña criminal antinacional, como lo reflejan multitud de artículos publicados en dicho libelo», «en todos los cuales califica a los nacionales de asesinos e injuria a nuestros invictos generales».

De acuerdo con los parámetros del por entonces disuelto Juzgado Militar de Prensa, esta acusación podía acarrear una condena a treinta años de reclusión mayor que evitaría la de muerte porque el periodista nunca ocupó un puesto directivo en el órgano oficial del PCE. Para sustanciarla en un consejo de guerra solo se necesitaba un informe acerca de los artículos publicados por el extremeño.

Al igual que sucediera en los sumarios instruidos por el juez Manuel Martínez Gargallo, esa labor fue encomendada al oficial que actuaba como secretario judicial. El teniente Narciso Reyes Rodríguez es el encargado de certificar los artículos localizados de Diego Alba Cortina en una colección de Mundo Obrero de la que nadie indica su ubicación. El documento del secretario instructor sería la única prueba de cargo presente en el posterior consejo de guerra.

Otra sorpresa de este sumario es el comportamiento de la fiscalía al calificar los hechos el 29 de agosto de 1941. La petición es de reclusión, pero sin indicar los años. Tal vez, el fiscal así allanaría el camino para la posterior sentencia benévola dictada por el tribunal reunido el 8 de octubre de 1941 bajo la presidencia del teniente coronel José Guadalajara, que por entonces ya conocería el alud de avales favorables a Diego Alba Cortina. Dado que sus firmantes son autoridades políticas, militares y eclesiásticas, incluso otros periodistas, cabe pensar que los mismos llegaron al juzgado gracias a la intervención de Antonio Alba Cortina, que nunca olvidó a un hermano capaz de salvarle la vida según el relato de su hijo en una entrevista concedida a la cadena SER el 19 de marzo de 2018.

El tribunal condenó al periodista a doce años de prisión mayor que fueron ratificados por el auditor el 28 de octubre de 1941. La sentencia se puede considerar benévola de acuerdo con lo visto en casos similares instruidos en el Juzgado Militar de Prensa, pero lo más positivo para el periodista es que unas pocas semanas después salió en libertad condicional (BOE, 5-XII-1941). Posteriormente y de acuerdo con lo habitual en estos sumarios, le juzgaría el Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas (CDMH, 75/00468) quedando indultado en 1944 porque tampoco tendría bienes sujetos a una posible expropiación. Los problemas judiciales siguieron durante años donde permaneció como sospechoso. No obstante, Diego Alba Cortina, gracias a su hermano Antonio, los pudo afrontar en libertad condicional bajo la custodia del alférez, que así agradeció la solidaridad recibida durante la guerra.

La historia de Diego y Antonio reconforta al lector como todas aquellas donde predomina la hermandad por encima de las diferencias ideológicas o políticas. La solidaridad del primero fue correspondida por la del segundo, que también proporcionó trabajo a su hermano cuando salió de la cárcel con un futuro problemático. El historiador hace constar con agrado ese comportamiento que, de haberse extendido, habría dado lugar a una situación bien diferente a la vivida durante la Victoria.

Sin embargo, tras analizar decenas y decenas de sumarios, sabemos que esa fraternidad distó mucho de resultar habitual en los juzgados militares de la Victoria, por lo general poco o nada sensibles a los avales, los testimonios e informes favorables a los procesados. El balance de lo visto en el Juzgado Militar de Prensa nos recuerda la existencia de numerosos sumarios donde los avales fueron obviados cuando lo instruido pasó a los tribunales. Al igual que en tantas otras situaciones, el sistema represivo era el mismo, pero su aplicación dependía de la voluntad de quienes intervenían en los sumarísimos de urgencia. Diego Alba Cortina no solo contó con la ayuda de su hermano Antonio, sino que también tuvo la suerte de caer en un juzgado donde el titular era más comprensivo que el juez instructor Manuel Martínez Gargallo.

 

 

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