miércoles, 8 de diciembre de 2021

El misterio de la tumba de Julián Zugazagoitia y Francisco Cruz Salido

 


Los periodistas socialistas Julián Zugazagoitia y Francisco Cruz Salido fueron fusilados en las tapias del madrileño cementerio del Este a las 6 horas y 45 minutos del 9 de noviembre de 1940. El destino previsible era una fosa común, pero se les enterró localizando e identificando sus restos. Concretamente, el vasco fue enterrado «en sepultura perpetua de 2.ª, cuartel n.º 74, manzana n.º 20, letra D, cuerpo n.º 1». Su colega andaluz es el cuerpo n.º 2 de las mismas coordenadas.
Una tal Sabina Marroquina mandó colocar, probablemente en connivencia con algún empleado o funcionario del cementerio, una lápida en forma de libro abierto que identificaba a los dos periodistas fusilados. El hecho es insólito en el marco de la posguerra y ha llamado la atención de familiares, historiadores y periodistas, que consideraban imposible identificar a quien había utilizado un nombre falso para llevar a cabo su acto de reconocimiento y solidaridad.
La aclaración del misterio es sencilla a la vista del voluminoso sumario 100.159 depositado en el Archivo General e Histórico de Defensa. En el mismo aparece la valiente intervención, como testigo de la defensa, de una joven funcionaria que se presenta ante los militares provista del carnet de ex cautiva: Emilia Marroquín de Pedro.
La mujer había sido encarcelada durante la guerra en Madrid bajo la acusación de fascista, pero salvó la vida gracias a la intervención de los dos periodistas, quienes -según su detallado testimonio escrito y firmado- también actuaron de manera similar con otros perseguidos.
El testimonio de la ex cautiva, que se suma a otros de destacadas personalidades del régimen, no fue tenido en cuenta por el tribunal militar, que el 21 de octubre de 1940 dictó cinco condenas a muerte y una a treinta años para unos republicanos que fueron, de hecho, «secuestrados» en Francia con la colaboración del ejército alemán para ser llevados a la frontera.
Emilia Marroquín de Pedro extendió su agradecimiento a los periodistas visitándoles en la cárcel de Porlier cuando estaban en capilla y haciéndose cargo de lo poco que dejaron: «las maletitas y la ropa de ambos». Emilia era desgarbada y nerviosa según el testimonio de Cipriano Rivas Cherif, pero también fue una mujer corajuda capaz de dar nombre a unos restos depositados en un cementerio donde tantas víctimas del franquismo permanecían anónimas.

5 comentarios:

  1. Siempre me interesó Cruz Salido, un magnífico columnista. Gracias por tan interesante información.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya he entregado a la editorial Renacimiento el original de Las armas contra las letras, donde Cruz Salido cuenta con un capítulo. La publicación del libro está prevista para finales de año. Un cordial saludo.

      Eliminar
  2. Ya puedes leer una nueva entrada con más precisiones. Quedo a tu disposición. Saludos.

    ResponderEliminar