Fotograma de la adaptación cinematográfica dirigida por José M.ª Forqué
Miguel Mihura forma parte
de la primera generación que creció con el cine y tuvo al mismo en el centro de
su actividad creativa. Junto a las grandes figuras del 27 encabezadas por
García Lorca, en la España anterior a la Guerra Civil cuaja un grupo de humoristas
renovadores que también cabe integrar en la generación del 27. Algunos
estudiosos hablan de «la otra generación del 27», la de los humoristas, pero la
denominación establece una jerarquía donde el humor queda subordinado a otras
manifestaciones literarias de un supuesto mayor prestigio.
Esa relación jerárquica cabe
refutarla y, en la actualidad, junto a figuras como García Lorca o Luis Buñuel
aparecen los humoristas que en la década de los veinte renovaron el humor
español. Entre ellos Miguel Mihura ocupa un lugar destacado junto a Enrique
Jardiel Poncela, Edgar Neville y otros autores con presencia tanto en el cine
como en el teatro.
Miguel Mihura pronto
escribió una de las obras más renovadoras del humor y encuadrable en el teatro
del absurdo: Tres sombreros de pico (1932). No obstante, su carácter
avanzado o de vanguardia impidió el estreno de la obra y, frustrada su primera
dedicación al teatro, decidió seguir creando para las revistas de humor y, al
mismo tiempo, escribiendo guiones y diálogos cinematográficos durante las
décadas de los treinta y cuarenta.
Tras esa etapa en el
cine, fundamentalmente junto a su hermano Jerónimo, Miguel Mihura vuelve al
teatro cuando vio cerradas las puertas de las productoras cinematográficas por
cuestiones ajenas a lo creativo. La experiencia como guionista y dialoguista
fue fundamental para la renovación de la comedia teatral que emprendió, con
gran éxito, desde la década de los cincuenta. Obras de gran aceptación popular
y crítica como Maribel y la extraña familia (1959) acabaron dándole la primacía
entre los comediógrafos españoles de la época.
Miguel Mihura definió su
teatro como un espacio donde siempre estaba él frente a una mujer. Soltero
vocacional y mujeriego confeso, el comediógrafo parte de una anecdótica
experiencia personal para crear Maribel y la extraña familia. La primera
escena de la comedia, uno de los momentos cumbre del teatro español del siglo
XX, es la recreación teatral de esa anécdota cuando el autor llevó a una
prostituta a su propia casa, donde podía estar una madre o una tía anciana.
La ocurrencia supone una
situación imprevista, llamativa y con posibilidades humorísticas: ¿cómo
reaccionarían las ancianas ante la presencia de la prostituta? A partir de esta
situación, Miguel Mihura añade nuevas sorpresas cuando vemos que las bondadosas
mujeres también son peculiares en su comportamiento: reciben visitas a las que
pagan para que las escuchen, pretenden ser modernas en sus costumbres y, sobre
todo, no rechazan a la prostituta porque la consideran una novia perfecta para
el tímido Marcelino.
La comedia defiende que
la virtud de Maribel, la prostituta, no está en su identidad o su pasado, sino
en cómo la miran Marcelino y las ancianas que le rodean. La bondad de esa
mirada, y todo lo que comporta, acaba transformando a la propia Maribel, que se
presenta al principio como una prostituta desconfiada y termina siendo esa
novia perfecta que vieron Marcelino y su familia desde el principio de la
comedia.
La evolución de la
protagonista la percibimos gracias a su cambiante relación con el grupo de
prostitutas que la acompañan. Al principio es una más junto a ellas, pero poco
a poco se distancia en el camino hacia la nueva personalidad. Esta cambiante
caracterización obliga a un trabajo complejo por parte de la actriz que
interpreta el papel de Maribel. El debate lo podemos plantear observando los
rasgos que la caracterizan como prostituta en el inicio de la comedia y
comprobando como los mismos cambian a lo largo de la obra hasta desembocar en
la nueva personalidad.
Por otra parte, Miguel
Mihura contó que algunos espectadores del estreno le preguntaron cómo resultaba
posible que Marcelino y las ancianas no se dieran cuenta de que Maribel era una
prostituta. Su respuesta fue imaginativa y sugerente: la pregunta se la debían
hacer a sus protagonistas porque él, como autor, no tenía la respuesta. ¿Qué
pensáis al respecto?
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