El franquismo tuvo un cuidado extremo en el control de las imágenes relacionadas con las cárceles de la posguerra. Las conservadas, como la arriba reproducida, fueron obtenidas por orden de las autoridades y pretendían reflejar una cierta normalidad en las tareas de lo que se suponía una «redención» de los presos republicanos. Aunque esas mismas imágenes, aun siendo oficiales, reflejan la dureza de los abarrotados centros penitenciarios, la realidad fue mucho más cruda a tenor de los testimonios orales, escritos y gráficos conservados, sobre todo cuando los presos ya eran de edad avanzada y padecían alguna enfermedad. La posibilidad de morir entonces en las cárceles a la espera de la sentencia era muy elevada y, además de los ejecutados, habría que cuantificar los muertos por enfermedad que en realidad también lo eran por hacinamiento y miseria. El conocido caso de Miguel Hernández, un hombre joven, dista de ser excepcional en un contexto represivo donde la enfermedad y la edad eran agravantes para compartir el destino de los acusados por rebelión militar.
La edición de las memorias de Diego San José me permitió conocer un escalofriante testimonio de lo sucedido con los hombres de mi edad que acababan en aquellas cárceles y padecían alguna enfermedad, una circunstancia habitual para quienes por entonces a los sesenta años eran unos ancianos cerca del límite de la perspectiva vital.
El caso del periodista Ricardo Flores Mora (1875-1939) es otro ejemplo todavía más trágico porque murió de esclerosis renal el 3 de junio de 1939, al día siguiente de ser trasladado desde la madrileña cárcel de San Antón al hospital penitenciario del Niño Jesús. El 3 de mayo, tras presentar un certificado médico que indicaba la gravedad de su situación, el periodista solicitó al titular del Juzgado Receptor n.º 1 de Madrid la libertad provisional para cuidarse en su domicilio o ser trasladado a una enfermería con el mismo objetivo. El oficial del cuerpo jurídico no contestó a la petición y un mes después Ricardo Flores Mora, que había acumulado durante su procesamiento varios avales de las personas de derechas a las que salvó de la represión republicana, murió en el citado centro hospitalario, a donde fue trasladado solo cuando su situación era irreversible.
El 19 de septiembre de 1939, el director de la cárcel de San Antón todavía no tenía noticia del fallecimiento, que finalmente fue documentado para el sobreseimiento definitivo del sumario 5431 del AGHD mediante acta de defunción fechada el 16 de octubre de 1939. Gracias a la misma, sabemos que el periodista Ricardo Flores Mora dejó viuda, Esperanza Martín Díaz, y cuatro hijos: Esperanza, Antonio, Concepción y Gerardo. Supongo que ya habrán fallecido, pero quedaran los nietos, que tienen derecho a conocer lo sucedido con quien fuera jefe del gabinete de prensa de Manuel Azaña. Por lo pronto, sabrán de la honestidad de un afiliado a Izquierda Republicana que protegió durante la guerra a quienes tuvieron problemas por su ideología. El correspondiente capítulo aparecerá en el segundo volumen, o en la ampliación, de Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de periodistas, escritores y dibujantes, 1939-1945 (Sevilla, Renacimiento-Publicaciones de la Universidad de Alicante, en prensa).
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