jueves, 28 de septiembre de 2023

El silencio en torno a Serafín Adame y Santiago de la Cruz


La represión sufrida por los escritores, periodistas y dibujantes durante la posguerra tuvo en la mayoría de los casos una continuidad en forma de silencio y marginación. Algunos represaliados consiguieron salir adelante adaptándose a las nuevas circunstancias políticas, a veces desde el anonimato de un seudónimo o como "negros" de otros autores. Ese fue el caso del comediógrafo Serafín Adame, que junto con su amigo y colaborador Santiago de la Cruz Touchard obtuvo un gran éxito durante la Guerra Civil gracias al estreno en Madrid de la comedia asainetada ¡Yo soy un señorito! La reseña publicada en La Libertad el 4 de octubre de 1938 da cuenta de la excelente acogida dispensada a esta obra que contaba con la música del maestro Quiroga.
Serafín Adame Martínez y Santiago de la Cruz Touchard pasaron el mal trago de los consejos de guerra, cuyo análisis publicaré en el segundo volumen de Las armas contra las letras (Sevilla, Renacimiento, en prensa), pero también por el calvario de la marginación y el silencio. El primero de los citados esquivó parte de las consecuencias escribiendo desde el anonimato o colaborando como «negro» de otros comediógrafos, hasta que en la última fase del franquismo consiguió tener una respetada página teatral en el diario Pueblo e incluso reconocimientos por su trayectoria creativa.
Santiago de la Cruz Touchard, según me confirma su nieta Sandra Sutherland, debió buscarse la vida trabajando para la prensa de Méjico tras su salida de la cárcel. A su vuelta, ya en las postrimerías del franquismo y de acuerdo con el testimonio de su amigo Fernando Collado, ejerció como corresponsal de la prensa mexicana y relaciones públicas de empresas de ese país que pretendía abrirse camino en una España sin relaciones diplomáticas con quienes acogieron a los exiliados republicanos.
En ese contexto de silencio y marginación he sabido -gracias al blog Papeles flamencos, de donde tomo la imagen- que la obra estrenada en plena Guerra Civil fue repuesta en enero de 1947, concretamente en el madrileño Teatro Cómico. Las críticas, como es previsible, no aluden a las circunstancias por las que atravesaban los autores ni tampoco al estreno en 1938. El silencio al respecto es absoluto, pero al menos los dos autores tuvieron la oportunidad de constatar que su apuesta por el teatro popular también podía tener un hueco en la cartelera del franquismo. Un hueco silenciado y casi anónimo, como el de tantos republicanos de las letras que sufrieron la persecución de las armas.
El enlace del blog de donde he tomado la imagen es el siguiente:

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