miércoles, 26 de junio de 2024

Periodistas republicanos: las cifras de la represión franquista


 

Javier Bueno, periodista fusilado


La colaboración entre investigadores tiene múltiples ventajas y permite evitar los errores a los que todos, incluso los más veteranos, estamos expuestos. Gracias a la generosidad de Juan Carlos Mateos Fernández, he podido consultar el preprint de Bajo el control obrero. La prensa diaria en Madrid durante la Guerra Civil, 1936-1939, una monumental obra que es el fruto de una investigación exhaustiva llevada a cabo durante décadas. Pronto la podremos consultar en la edición de Renacimiento, una editorial que así continuará con su voluntad de analizar la compleja y rica realidad del periodismo durante aquellos trágicos años. Los méritos del trabajo realizado por mi colega son numerosos, pero cabe esperar a la publicación del mismo para ponerlos de relieve en reseñas y comentarios.

Mientras tanto, quisiera aprovechar la consulta del original para trasladar al blog las cifras de la represión ejercida contra los periodistas republicanos que actualmente estudio en mi trilogía Las armas contra las letras. El trabajo de Juan Carlos Mateo Fernández, por su rigor y exhaustividad, merece una total confianza en este sentido y difícilmente otros estudios posteriores modificarán las cifras de un horror ya presente cuando consultamos los sumarios de tantos procesados.

En esta entrada me limitaré a dar las cifras de la represión ejercida contra los periodistas republicanos sin indicar los nombres para no quitar la exclusiva que corresponde a la anunciada edición en Renacimiento:

Periodistas ejecutados: 14

Habituales colaboradores de la prensa periódica ejecutados: 10

Periodistas muertos en prisión; 5

Periodistas muertos en combate, en el frente de batalla y en bombardeos enemigos: 10

Periodistas muertos en la retaguardia: 10

Periodistas condenados a muerte: 39

Periodistas condenados a penas de treinta años de cárcel: 21

Periodistas condenados a veinte años de prisión: 5

Periodistas condenados a penas de doce años de reclusión: 10

Periodistas condenados a seis años de cárcel: 5




Manuel Navarro Ballesteros, periodista fusilado

Aparte de la relación nominal de los periodistas republicanos que sufrieron diversas condenas, Juan Carlos Mateos Fernández facilita una relación de otros cuarenta y dos periodistas de los cuales sabemos que fueron procesados, pero desconocemos sus condenas. Tras localizar los sumarios de treinta y ocho en el Archivo General e Histórico de Defensa, reproduzco a continuación este listado junto a la numeración de sus sumarios, que cuando pueda consultarlos serán la materia de un cuarto volumen o formarán parte de una futura web donde recopile la paciente labor que ahora mismo estoy realizando tras la publicación de Nos vemos en Chicote (2015), Los consejos de guerra de Miguel Hernández (2022) y el primer volumen de Las armas contra las letras (2023), estando el segundo en la fase de informes para su posterior publicación en el caso de que sean positivos: 

- Esperanza Aguado: 33671, 3424

- Marcelino Álvarez Diosdado: 28309, 5477

- Teófilo Álvarez Lorenzo: 14534, 2935

- César Arnal Sierra: 8177, 1872, 14

- Francisco Baleriola Arroyo: 116378, 3304, 1

- José Blanco Serrano: 34600, 1001, 17

- Esteban Boj López: 112859, 3221 y 113054, 1168, 14

- Aurelio Capelo Téllez de Meneses: 28269, 3809

- Maximiliano Clavo Santos: 5456, 5244

- Justo de la Cueva Orejuela: 17322, 5609

- Heliodoro Fernández Evangelista: 135277, 6968 y 2961, 7650

- Veremundo Fernández Evangelista: 10998, 6207

- José de la Flor Ruiz: 128351, 7311

- Alfonso Galerón Egaña: 262, 5452

- Mariano García Rojas: 12329, 3081, 13

- Juan Girón Roches: 21267, 119, 5

- Cristina Hurtado Pérez: 12981, 5908

- Miguel Llopis Cantó: 2217, 16317, 8

- Miguel Maestre Ropero: 57163, 3317

- Pío Marcos Cuadrado: 30218, 6000

- José Martínez Piqueras: 104863, 4126

- Alfonso Muñoz Álvarez: 4505, 7961

- Félix Navajas Lozano: 1528, 6797

- César Ordax Avecilla: 55030, 4434; 135587, 7260 

- Cástor Patiño Sánchez: 129173, 7374

- Mariano Pascual Alonso: 117143, 3208 y 9442, 3208

- Arturo Pérez Camarero: 21588, 3420

- Marcos Pérez Martínez: 1039, 4013, 7

- Antonio Pérez Olmedo: 57148, 5434

- Eusebio Rebollo Esquivilla: 115077, 3939

- Antonio Roldán del Castillo: 49366, 110, 2

- Manuel Rosón Ayuso: 48759, 106, 19

- Luis Rubio Chamorro: 140189, 3519, 1; 50196, 5517 y 19643, 327, 4.

- Fermín Sabugo García: 42490, 5228

- José Joaquín Sanchis Zabalza: 126182, 7216 y 2241, 7216

- Miguel Vega de la Torre: 32084, 3528

- Antonio Vidal Moya: 1628, 366, 5

Agradezco de nuevo a Juan Carlos Mateos Fernández su generosidad por poner a mi disposición su monumental obra y en una entrada futura hablaremos de sus investigaciones relacionadas con Manuel Chaves Nogales, cuya trayectoria durante la Guerra Civil dista de lo publicado hasta ahora.


 

lunes, 24 de junio de 2024

El Orgullo, con Fernando Olmeda, también es mío


 

Fernando Olmeda, en una de las entrevistas que enlazo abajo, afirma que nadie debe permanecer indiferente a los problemas de los colectivos agrupados bajo las siglas LGTBIQ+. Los derechos de los mismos son, al fin y al cabo, derechos humanos, que como tales nos conciernen con independencia de nuestra identidad sexual.


A lo largo de estos últimos años, he ido aprendiendo al respecto para superar una educación que me negó la posibilidad de conocer la realidad de estos colectivos. El aprendizaje ha sido una verdadera experiencia para la gente de mi generación. Sin embargo, como historiador del franquismo, siempre he tenido claro que la dictadura incluyó entre sus víctimas a quienes optaron por identidades ajenas a la estrechez del nacionalcatolicismo. La historia de la represión franquista, por lo tanto, también abarca la destinada a unos colectivos que padecieron un régimen que entre sus señas de identidad contaba con una homofobia bastante compartida por la población.

A lo largo de mis investigaciones he encontrado numerosos ejemplos, pero el más reciente es el protagonizado por Álvaro Retana, cuya ambigüedad sexual le salió bien cara durante la posguerra. Al igual que ocurriera con el célebre Miguel de Molina, el «novelista más guapo del mundo» contaba entre los vencedores con amistades dispuestas a negar su pasado. El resultado en este caso no derivó en una paliza y el posterior exilio, sino en una persecución judicial que condujo al autor galante a largos años de cárcel, tantos que, para mi sorpresa, es la víctima del colectivo de los periodistas y escritores con un currículo carcelario más extenso.

La historia de la persecución sufrida por Álvaro Retana, con datos inéditos, aparecerá en el segundo volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores. Enfrente, entre los victimarios, también tenía personas que escondían su identidad sexual y hasta exacerbaban su espíritu represivo para que la misma cayera en el olvido. Los lectores de Nos vemos en Chicote (2015) y Las armas contra las letras (2023) saben de quien hablo.




El libro de Fernando Olmeda, El látigo y la pluma (2004), ahora reeditado se ha convertido en un referente bibliográfico para conocer la suerte de estos colectivos durante el franquismo y, por supuesto, un acicate para que los historiadores prestemos la debida atención a una realidad sistemáticamente desatendida y cuyo conocimiento todavía está sujeto a restricciones relacionadas con el acceso a la documentación. Desde su primera edición en 2004 se ha avanzado mucho en esta dirección. Dejar de reconocerlo sería absurdo, pero el camino a recorrer todavía es largo.

Un Orgullo sin una base histórica siempre será incompleto. Para procurarla, con la ayuda de Fernando Olmeda, la Universidad de Alicante ha programado distintos actos que fortalecen la memoria de lo vivido por estos colectivos y apuestan por el afianzamiento de unas libertades que nos conciernen con independencia de nuestra identidad sexual, sobre todo en unos momentos donde el auge de las actitudes intolerantes desemboca a menudo en un cuestionamiento de los objetivos alcanzados.

Entrevistas a Fernando Olmeda con motivo de la publicación del libro:

https://www.dailymotion.com/video/x8m3g95

https://www.youtube.com/watch?v=rUO-bwD3RgU

sábado, 22 de junio de 2024

Zamora, Ciriaco, Quincoces...


 

Mi padre tenía catorce años cuando supo de «la batalla de Florencia», el partido amañado y violento donde «la furia roja» se enfrentó a los italianos que en «su Mundial» de 1934 tenían la orden de Il Duce de ganar a cualquier precio. La alineación de un portero legendario y diez aguerridos vascos comenzaba con Zamora, Ciriaco, Quincoces… La recitaba de carrerilla hasta su fallecimiento en 1996 porque formaba parte de la memoria mítica de la adolescencia. Yo la analizo con los ojos de un historiador que nunca deja de ser hijo y, cuando he encontrado las huellas de Ricardo Zamora lejos de los campos de fútbol, he escrito sobre un episodio que habría contado a mi padre. De hecho, se lo he contado.




La vida del guardameta Ricardo Zamora pendió de un hilo durante la Guerra Civil. Preso en la Modelo por colaborar en el diario católico Ya, el futbolista del Real Madrid pudo haber sido uno de los fusilados en las sacas que tuvieron lugar en la capital desde agosto hasta noviembre de 1936. No obstante, consiguió salir libre y salvar la vida sin dar explicaciones. Ni siquiera cuando, al cabo de los años, las repercusiones de las mismas habrían sido mínimas.

La fama del protagonista ha favorecido que la historia de su cautiverio sea divulgada en distintas publicaciones, así como recordada la intervención del poeta Pedro Luis de Gálvez en la liberación de Ricardo Zamora. Poco antes de abandonar la cárcel, el guardameta le dedicó una fotografía fechada el 5 de noviembre de 1936, cuando el peligro era mayor para los presos y el liberado desearía mostrar así su agradecimiento a quien le había protegido.

La fotografía se encuentra depositada en el sumario del poeta malagueño, que en reiteradas ocasiones cita a Ricardo Zamora como avalista para evitar su anunciada condena a muerte. Los instructores no llamaron al deportista ni a otros posibles avalistas porque en ese consejo de guerra la suerte del procesado estaba decidida desde la primera diligencia.

En el segundo volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores aportaré una información detallada del proceso seguido contra Pedro Luis de Gálvez para despejar leyendas y fabulaciones en torno a su trayectoria. A la espera de la publicación, aprovecho esta entrada para recordar la reacción de Jacinto Miquelarena cuando vio llegar al deportista a la embajada argentina donde se encontraba refugiado. El texto, desatendido por mis colegas, se encuentra en El otro mundo (1938), un volumen que forma parte del alud de publicaciones de los vencedores dedicadas al «terror rojo» con una voluntad entre la propaganda y la delación sin prescindir del rencor y el clasismo.




Jacinto Miquelarena, como periodista, estaba especializado en temas deportivos. De hecho, debió suspender el viaje a Berlín para escribir las crónicas de los Juegos Olímpicos de 1936 por culpa del inicio de la Guerra Civil. Asilado en la embajada argentina, allí entró posteriormente Ricardo Zamora, a quien aparenta no conocer como forma de despreciarle: «Parece que tenía una gran popularidad en el mundo como jugador de fútbol. Se llegaba a decir que era uno de los goal-keepers más famosos de la tierra» (p. 144). La posibilidad de que un periodista deportivo de la época desconociera a El Divino es una ocurrencia, pero el exquisito sport-men miente para marcar distancias con quien había salido libre de las cárceles republicanas y osaba estar agradecido.

Al igual que Ramón Gómez de la Serna, Jacinto Miquelarena explica la intervención de Pedro Luis de Gálvez como protector de Ricardo Zamora en la Modelo, pero no declaró en tal sentido a lo largo del sumario. El resultado habría sido irrelevante para la suerte del poeta. Entre otras razones, porque el testimonio del periodista resulta especialmente duro en el retrato del «monstruo», que era «un producto de la mugre, la caspa y el hambre» (p. 145).

Estos párrafos de Jacinto Miquelarena han sido citados en publicaciones abundantes en tópicos, y realidades, acerca de un personaje alcoholizado y tremendista como el poeta bohemio. Sin embargo, los autores olvidan que Jacinto Miquelarena aprovecha la ocasión para atacar a Ricardo Zamora por contemporizar con los asesinos encarnados en la figura del literato malagueño. El héroe deportivo, para el contertulio de José Antonio en La Ballena Alegre, «representaba el sentido oportunista, el egoísmo más inelegante y el silencio ante todas las brutalidades» (p. 148).

El motivo de esta descalificación es obvio: el guardameta había dedicado una foto al «monstruo» que le protegió en la cárcel y procuró su liberación cuando tantos salían con destino a Paracuellos u otros lugares del horror. El deportista fue un hombre agradecido, aunque solo fuera con el referido detalle que tanto habría prodigado como ídolo de las masas.

Ricardo Zamora tuvo problemas durante su estancia en Francia y al volver a la España de los sublevados. El silencio fue su mejor arma a la espera de que la fama le salvara de alguna represalia por haber declarado que no era fascista. Al final, fue condecorado por el general Franco, tan futbolero, como lo había sido por Niceto Alcalá Zamora tras la batalla de Florencia. Ricardo Zamora calló sin rencor. No obstante, el guardameta nunca olvidaría la reacción de Jacinto Miquelarena, aquel autor de las letras falangistas que ni siquiera le perdonó haber dedicado una foto a su protector, un poeta cuya vida terminó en un paredón de 1940. El exquisito sport men y viajero también tuvo una muerte trágica, pero esa es otra historia donde vuelven a predominar las medias palabras. Las del agradecimiento siempre son plenas y propias de la única elegancia que merece la pena recordar.

miércoles, 19 de junio de 2024

Aurora Picornell: por cada foto rota, habrá otras nuevas


El nombre y la foto de Aurora Picornell aparecen hoy en buena parte de la prensa nacional porque el presidente del parlamento balear, en un acto por el que ya ha pedido disculpas, ayer rompió la foto de la joven víctima del franquismo cuando la coalición PP-Vox estaba a punto de aprobar la tramitación de una de las denominadas «leyes de la concordia». Las reacciones han sido numerosas y, desde este modesto blog, nada podemos añadir a la valoración de una reacción que demuestra el talante de quienes niegan o blanquean la violencia franquista.
Ahora bien, por cada foto que alguien rompa para demostrar su falta de respeto por las víctimas del franquismo, yo pondré la misma foto y añadiré otras de las víctimas cuyos casos judiciales analizo en mis libros dedicados a los consejos de guerra de periodistas y escritores. 
Gracias a la familia de Antoni Pugés, que me está ayudando como otros familiares interesados en recuperar la memoria de sus antecesores, reproduzco a continuación las fotos del citado periodista manresano y la de Leopoldo Bejarano, que aparecieron en el semanario Estampa (15-XI-1930). Ambos coincidieron en el diario Ahora cuando estalló la guerra. Estos periodistas fueron procesados y condenados por ejercer su derecho a la libertad de expresión.



Antoni Pugés Guitart



Leopoldo Bejarano Lozano 

Pd.:

Según informa la prensa, el presidente del parlamento balear ha sido citado como investigado por un juez de Palma de Mallorca. La declaración tendrá lugar el próximo 27 de septiembre. Desde mi ignorancia de las cuestiones legales, dudo que la querella por el posible delito de odio se traduzca en una sentencia. Permaneceremos atentos. 

martes, 18 de junio de 2024

The Blues Brothers (1980) al rescate


 

La posibilidad de que alguien, con carisma y venido desde lejos, irrumpa en nuestra cotidianidad porque nos necesita para realizar una misión extraordinaria resulta fascinante. La situación, por esa misma razón, se repite en la ficción, pero apenas la disfrutamos en la vida real, donde las llamadas suelen tener otros motivos y, desde luego, rara vez son el preámbulo de un empeño digno del recuerdo.

Puestos a soñar con esa posibilidad, las etapas más aburridas u opresivas de nuestra vida son fértiles en ejemplos propios de la imaginación, que a su modo compensa el aburrimiento y la opresión. Nunca he percibido ambos con tanta fuerza como cuando realicé el servicio militar, que ahora veo con asombro convertido en motivo de añoranza entre gente de mi edad. Yo solo añoro los veinte años.

La monotonía campamental de gritos, órdenes y prisas en una espiral de sinsentido quedó rota en varias ocasiones. Algunas las conté en La sonrisa del inútil (2008), donde dediqué un capítulo a aquellas batallitas cuyo surrealismo requería una mirada cargada de humor. Otras quedaron en el tintero, pero a veces afloran por distintos motivos.

Il sol dell’avvenire (2023), de Nanni Moretti, me recordó una escena de The Blues Brothers (1980) protagonizada por Aretha Franklin. Los excarcelados Jack y Elwood pretenden cumplir una «misión divina»: salvar de la ruina el orfanato donde se criaron. Para conseguir el dinero solo cuentan con su banda de rhythm and blues, que reagrupan gracias a un itinerario enloquecido salpicado de números musicales.

El propósito los lleva a una pizzería donde trabaja uno de los miembros de la banda. El hombre va en delantal y parece resignado, pero la llegada de los bluesbrothers supone una llamada irresistible. Su mujer, una desatada Aretha Franklin, se opone con la vehemencia de una esposa cargada de razón y la fuerza de una canción verdaderamente convincente. Al final, la mujer parece haber vencido, pero el músico se quita el delantal y vuelve con la banda porque de vez en cuando conviene respirar.



Nanni Moretti homenajea esta escena y justifica que Aretha Franklin utilice zapatillas, cuya presencia en una película para él supone un atentado al buen gusto. El cineasta tiene razón. Ahora bien, el homenaje compartido me devolvió el recuerdo de una película vista en 1981, uno de los días en que pude escapar del campamento donde el franquismo no suponía un recuerdo, sino una presencia constante.

Esa tarde encontré por las calles de Cádiz a un compañero vasco que era un fanático del heavy metal. Colgado a menudo, iba a la búsqueda de alguien con quien beber. Le habían fallado todos los planes y, resignado, esa tarde decidió como mal menor acompañarme a un cine de reestreno donde proyectaban la película de John Landis.

Aquello del rhythm and blues le debió parecer blandito, pero cuando andaba sobrio era un tipo capaz de imitar todo lo que veía y salió del cine como un émulo de Cab Calloway. El anciano marchoso en la película interpreta Minnie the Moocher, la canción que estrenó en 1931 y todavía, cincuenta años después, la mejoraba en cada interpretación. En el autobús de vuelta, ante el asombro de los viajeros, el soldado que debe seguir anónimo imitaba a Cab Calloway cuando lanzaba el Hi De Hi Hi De Hi que le dio medio siglo de éxitos.



A partir de esa tarde, si el hastío de tantas órdenes absurdas requería un motivo para la risa, mi compañero repetía, por lo bajo, el estribillo de Minmie, la moucher de la que nunca supimos gran cosa. Ni falta que nos hacía porque la letra es un sinsentido. Así tejimos una complicidad imposible entre el único soldado que estudiaba en el campamento y otro que, cuando no bebía, seguía los caminos que pronto acabaron con John Belushi, el protagonista de la película junto con Dan Aykroyd.

Una noche de guardia, el oficial nos obligó a ser rigurosos con el santo y seña durante los relevos. La condición de cabo, por tener estudios, me llevó a explicar el procedimiento que a veces conducía a Wenceslao a un wáter en Washington. La figura retórica no era gongorina, pero resultaba un desafío para algunos soldados.

Ya de madrugada, en el último rincón del campamento y la sola compañía de los eucaliptos, encabezaba con escasa marcialidad el relevo cuya misión era llegar al catre lo antes posible. Disciplinado, pronuncié el santo a la espera de la seña procedente de la garita. Justo en ese momento, una voz guasona respondió con el Hi De Hi Hi De Hi. La ocurrencia, visto que ningún oficial estaba presente, nos despertó con una sonrisa.

Las adicciones de mi compañero fueron a más porque, en 1981, ya había comenzado la hecatombe que diezmó mi generación entre un silencio que todavía perdura. El soldado acabó pasando más tiempo en el calabozo que en la compañía. Allí le veía cuando, provisto de un fúsil, repartía la comida entre los arrestados. En su mayoría eran delincuentes que hacían su servicio militar. Conforme iba acumulando guardias, su situación empeoró porque los síndromes de abstinencia los pasaba sin atención médica, tirado en un rincón.

Una noche me acerqué con su plato para que, al menos, cenara. El vasco tiritaba y apenas podía articular palabras. Me miró y, por un recuerdo que le vendría, murmuró un Hi De Hi Hi De Hi desfallecido sabiendo que los Minnies de aquel calabozo no eran tan afortunados como la pantagruélica protagonista de la canción. El único alimento que tomó fue esa sonrisa. Poco después, me licencié dejando atrás catorce meses de pesadillas que, a partir de entonces, solo serían visitas nocturnas.

Ahora vuelvo a ver de vez en cuando la película de John Landis porque adoro aquella música y me divierten las andanzas de unos bluesbrothers perseguidos por miles de policías, los nazis de Illinois y los pesados del country en una escapada alucinante hasta que consiguen actuar y recaudar el dinero para el orfanato. Al fin y al cabo, everybody needs somebody to love:



Acepto la llamada de los bluesbrothers para reencontrarme con Ray Charles, Cab Calloway, Aretha Franklin y otros mitos de mi juventud. La locura que protagonizan engancha a cualquiera con deseos de quitarse el delantal de la pizzería. La disfruto, pero recuerdo que John Belushi nos dejó muy pronto por una sobredosis y que mi compañero, de regreso al País Vasco donde Eloy de la Iglesia rodó El pico (1983), siguió el mismo camino sin el glamour de una estrella de Hollywood porque era «un pringao» como tantos otros que cayeron.

A veces, intuyo que algunos destinos trágicos solo nos han acompañado para compartir unas divertidas ocurrencias, como la de aquella noche de guardia o la tarde en que ambos reímos con John Belushi. La suposición es injusta, pero mucho más injustos son los malnacidos que imponen santos y señas porque no admiten los Hi De Hi de quienes apuestan por vivir intensamente sin pretender vegetar. Les comprendo y, todavía abstemio, procuro darles voz en los recuerdos porque la vida, caray, parece competencia de un guionista que nunca termina de acertar en el caso de que exista por vete a saber qué ocurrencia del destino.


jueves, 13 de junio de 2024

El TSJCV desestima el recurso de un hijo del alférez Baena Tocón


 

Sede del TSJCV. Fuente: Wikipedia

La sala cuarta de lo contencioso-administrativo, sección cuarta, del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, con fecha del 31 de mayo de 2024, ha desestimado el recurso presentado por uno de los hijos del alférez Baena Tocón contra la sentencia dictada el 2 de septiembre de 2021 por el Juzgado n.º 3 de lo contencioso-administrativo de Alicante.

https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/alferez-participo-condena-muerte-miguel-hernandez-pierde-guerra-universidad-alicante_1_11447029.html

https://elpais.com/espana/comunidad-valenciana/2024-06-14/la-justicia-rechaza-de-nuevo-suprimir-un-articulo-sobre-un-alferez-que-participo-en-la-condena-a-miguel-hernandez.html

https://web.ua.es/es/actualidad-universitaria/2024/junio2024/10-16/el-tsjcv-desestima-el-recurso-del-hijo-de-baena-tocon-para-la-retirada-del-articulo-de-investigacion-del-catedratico-de-la-ua.html

https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/catedratico-demandado-hijo-alferez-participo-condena-miguel-hernandez-agotado_1_11450071.html

https://www.levante-emv.com/cultura/2024/06/14/tsjcv-desestima-recurso-hijo-alferez-103805424.html

https://www.publico.es/politica/alferez-intervino-juicio-miguel-hernandez-no-podra-desaparecer-historia-queria-hijo.html

https://cadenaser.com/comunitat-valenciana/2024/06/14/el-tsjcv-desestima-el-recurso-del-hijo-del-secretario-judicial-que-participo-en-el-proceso-que-sentencio-a-muerte-al-poeta-miguel-hernandez-radio-alicante/

https://www.msn.com/es-es/noticias/espana/el-catedr%C3%A1tico-demandado-por-el-hijo-del-alf%C3%A9rez-que-particip%C3%B3-en-la-condena-a-miguel-hern%C3%A1ndez-estoy-agotado/ar-BB1og9pi

https://www.informacion.es/cultura/2024/06/14/tsjcv-rechaza-apelacion-hijo-alferez-103799577.html

https://www.iustel.com/diario_del_derecho/noticia.asp?ref_iustel=1245177

https://www.eldecano.es/la-historia-no-puede-ser-reescrita-ni-olvidada/

https://headtopics.com/br/la-justicia-rechaza-de-nuevo-borrar-las-alusiones-a-un-54247287

El texto de la sentencia pronto se podrá consultar en la web de los servicios jurídicos de la Universidad de Alicante:

https://sj.ua.es/es/sentencias/sentencias-2024.html

No puedo asegurar lo mismo con respecto a la web del demandante, que tiene un apartado «en construcción» dedicado a la «verdad judicial». A día de hoy 14 de junio, y tras cuatro sentencias en contra, sigue en blanco o en construcción. Tal vez el responsable de la web espere a que sean firmes o no haya ninguna posibilidad de recurso:

https://www.antonioluisbaenatocon.es/la-verdad-judicial/

Las sentencias dictadas hasta el presente son el fruto de procesos judiciales donde yo no estaba demandado ni personado, aunque las resoluciones me afectaran directamente. Esta circunstancia me ha impedido defenderme de las acusaciones del demandante, que alegaba errores o imprecisiones en mis trabajos. Las sentencias se hacen eco de estas acusaciones, aunque con una valoración bien distinta, sin haber tenido la oportunidad de contrastarlas con quien no figuraba en el proceso. Por fortuna, en el Juzgado de instrucción n.º 5 de Cádiz tendré la oportunidad de defenderme de unas acusaciones infundadas y, al mismo tiempo, demostrar los errores cometidos por quien, sin una titulación académica que le avale como historiador universitario, pretenderme darme lecciones de historia mientras me lanza todo tipo de insultos y descalificaciones profesionales en una web que me ha causado graves problemas.

Después de que el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional se hayan pronunciado en el mismo sentido que el TSJCV, solo espero que pronto pueda trabajar en paz sin necesidad de estar pendiente de las instancias jurídicas. Mientras tanto, ya he iniciado las tareas para escribir el tercer volumen de Las armas contra las letras. Estos cinco años de acoso, insultos y difamaciones están siendo muy duros, pero mi obligación como historiador es terminar el trabajo iniciado con Nos vemos en Chicote (2015), el libro objeto de la demanda todavía pendiente en un juzgado de Cádiz.

Por último, quisiera agradecer la enhorabuena mandada por la rectora de la Universidad de Alicante, Dra. Amparo Navarro, que ayer me anunció su voluntad de informar al Consejo de Gobierno de nuestra universidad para mostrar su satisfacción ante una sentencia que pone punto final a un ataque contra la libertad de expresión, investigación y cátedra. Le agradezco este gesto y, al mismo tiempo, he recalcado la necesidad de amparar a los jóvenes investigadores en el caso de verse sometidos a un acoso como el que vengo sufriendo durante los últimos cinco años.

Pd.: Con fecha del 24 de junio, el Diario de Cádiz y otros periódicos del mismo grupo anuncian la celebración del juicio el próximo 14 de octubre:

https://www.diariodecadiz.es/noticias-provincia-cadiz/juicio-mediatico-miguel-hernandez-poeta-cadiz_0_2000504180.html

Cuando se celebre el juicio tendré ocasión de rebatir los argumentos esgrimidos en la demanda. No obstante, decir que quien el 31 de enero de 1944 pidió el licenciamiento del Ejército «a voluntad propia para reincorporarse a sus ocupaciones civiles» como teniente instructor de 3ª se limitó a cumplir con el servicio militar obligatorio parece una inexactitud. Nadie, haciendo solo dicho servicio y sin reengancharse en el mismo como oficial de complemento, pudo alcanzar por entonces la condición de teniente de complemento honorario el 31 de diciembre de 1943 y, desde las primeras semanas, figurar en la documentación como alférez, concretamente desde el 17 de abril de 1939. Los datos figuran en el expediente personal como oficial depositado en el Archivo General Militar de Segovia, que me fue remitido el 30 de mayo de 2014. Si el teniente Antonio Luis Baena Tocón no hubiera sido un oficial, su expediente no figuraría en dicho archivo, donde también se indica que en 1968 causó baja definitiva en el Ejército.

Antonio Luis Baena Tocón fue movilizado al finalizar la guerra porque le correspondía por su edad, pero inmediatamente resultó nombrado alférez del cuerpo jurídico con destino en la Auditoría de Guerra de la 1ª Región Militar para ejercer como secretario en la instrucción de varios sumarios vistos en el Juzgado Militar de Prensa, de  Madrid. El oficial de complemento prolongó su permanencia en el Ejército más allá de lo establecido para el Servicio Militar Obligatorio y, en vez de licenciarse al terminar el mismo, solicitó voluntariamente la licencia en su segundo destino como oficial, la Auditoría del Ejército de Marruecos, para iniciar su trayectoria en la administración local. 

En cualquier caso, no veo la relación de estas circunstancias del expediente con el honor del propio teniente, que estaría orgulloso de su condición de oficial de complemento y, según la documentación aportada por la demanda, permaneció vinculado a la Hermandad de Alféreces Provisionales como tantos otros militares de la época franquista. Volveré a repasar la documentación que obra en mi poder y en octubre prepararé una entrada con una información más detallada y copias de la documentación.

miércoles, 12 de junio de 2024

Au revoir, Françoise Hardy


 

Françoise Hardy ha fallecido. La noticia no por esperada tras una dura lucha contra el cáncer deja de entristecer a quienes supimos de ella en los años sesenta, cuando en 1962 triunfó con una canción protagonizada por «tous les garçons et les filles» que paseaban «dans la rue deux per deux». Apenas tenía cuatro años por entonces, pero el disco permaneció en casa durante mucho tiempo y la melodía que pronto fue un himno generacional la escuché junto con otras canciones todavía presentes en el recuerdo.

A mediados de los sesenta era demasiado pronto para compartir las andanzas de esos adolescentes enamorados que, «les yeux dans les yeux et la main dans la main», caminaban «sans peur du lendemain». Pasaron los años, el miedo era nuestro colega en las clases sin ni siquiera atisbar un «lendemain» y a principios de los setenta llegó al instituto, de improviso y fugazmente como corresponde, una lectora de francés. La joven durante unas semanas sustituyó a la anciana felliniana encargada de hacernos leer las aventuras de la familia Dupont, aquella para la cual ir a la «boulangerie» era una hazaña digna de la letra impresa y la memorización.

La joven de Lyon, que hablaba un castellano como el de la Ninette de Miguel Mihura, podía ser nuestra hermana mayor. La sorpresa fue notoria en una clase donde una chica solo era una referencia de la imaginación. Nadie sabía manejarse ante una presencia femenina que no fuera avejentada y, supongo, alguna burrada debió escuchar una lectora que merecía llamarse Mireille o Silvie, unos nombres que garantizaban el encanto de las «suecas», que solían ser francesas. Al menos, en una España todavía en blanco y negro donde traspasar la frontera suponía un viaje galáctico. Si lo queréis comprobar con una sonrisa basta recordar Vacaciones para Ivette (1964), de José María Forqué o las comedias protagonizadas por la sin par Ninette en compañía de «un señor de Murcia».




Tras la sorpresa inicial, la asistencia a clase bajó porque era voluntaria y la chica no ponía la correspondiente falta. Una tarde, para pasmo de quienes seguíamos atentos sus intentos de mejorar nuestra pronunciación, la lectora trajo un tocadiscos portátil y una colección de singles con las más populares canciones francesas. Todavía recuerdo que la última, y repetida por petición de los pocos asistentes, fue la de Françoise Hardy, que contaba con una carátula donde aparecía el rostro de la cantante. Nunca lo he olvidado.

Esa tarde aprendí a pronunciar algunos versos en francés, pero sobre todo la lección de maravillarme ante la belleza serena, elegante y melancólica de una joven que, para pasmo de quienes entendimos la letra, decía estar sola porque «personne ne murmure ‘je t’aime’ á mon oreille». Menos mal que, al final de la canción, Françoise se mostraba esperanzada, tal y como nos explicó la lectora para tranquilidad de unos jovencitos dispuestos a solucionar semejante soledad con el recurso de la imaginación.

La ciencia avanza que es una barbaridad, como Ricardo de la Vega constató en La verbena de la Paloma (1894)- Gracias a Internet, durante estos últimos años he vuelto a escuchar la canción de aquella tarde con la paseante presencia de una jovencísima Françoise Hardy. La contemplación del vídeo con diferentes subtitulados me provoca una sonrisa de complicidad, como cuando veo a una joven pareja «les yeux dans les yeux et la main dans la main», pero la imagen también me recuerda el respeto que merece la elegancia de quien nace bella y se hace todavía más hermosa gracias a su sensibilidad.




La lección conviene aprenderla porque ayuda a respetar a quienes no comparten esa suerte de la genética o el destino. Justo en aquellos años sesenta, cuando escuchaba a Françoise Hardy y tantas francesas formaban parte de los sueños, acudía al fútbol con mi padre. Allí trabajaba, vendiendo pipas y chucherías, una mujer con el rostro destrozado por un accidente. Los energúmenos que nos rodeaban la llamaban Brigitte Bardot con las consiguientes risotadas, que se repetían domingo tras domingo. Mi padre nunca rio ante semejante bestialidad. Yo tampoco porque hasta le veía algo molesto con la reiterada «broma». Los tiempos y el lugar no permitían ir más allá, pero ese silencio de mi padre fue tan elocuente como el rostro de Françoise Hardy. Aquella mujer, probablemente, no tenía quien le murmurara a la oreja «je t’aime» y se lo merecía por padecer la brutalidad de un país donde la llegada de las Ninette, Ivette, Mireille o Silvie suponía una ráfaga de aire fresco. Y, si eran como Françoise, ni os cuento…

 

 

 

lunes, 10 de junio de 2024

Las armas contra las letras en internet


El pasado 15 de diciembre apareció Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de periodistas y escritores (1939-1945), que fue publicado por la editorial Renacimiento y el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante. La buena acogida de este primer volumen de la trilogía dedicada a la represión que sufrieron los periodistas y escritores ha permitido que la tirada de este último se encuentre agotada desde el pasado mes de mayo y que Renacimiento haya aumentado su tirada inicial para dar cuenta de la demanda. Ahora, seis meses después, un libro escrito gracias a la inversión pública y como catedrático de una universidad pública debe ponerse a disposición de cualquier persona interesada por el tema en un repositorio de acceso libre. Cumplo así con una de las recomendaciones de la ANECA en su voluntad de que lo realizado con la participación de dinero público tenga una versión digital de acceso libre. Desde hoy, Las armas contra las letras forma parte del catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante:




Hoy mismo he entregado en el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante el segundo volumen de la trilogía que, en el caso de ser aprobado, aparecerá bajo el título de Perder la guerra y la historia. Los consejos de guerra de periodistas y escritores (1939-1945). Se inicia así un camino de varios meses que pasa por los informes de los especialistas y otros requisitos hasta que tengamos publicado este segundo volumen. Si hay suerte con los plazos y los informes, a finales de año la segunda entrega de la trilogía puede estar en las librerías. Como anuncio de esta futura publicación, os paso el índice de la misma:

PERDER LA GUERRA Y LA HISTORIA

 

La represión de periodistas y escritores (1939-1945)


ÍNDICE

-      Introducción

-      Fotografía Mendoza en el Madrid de 1943

-      El procesamiento del «novelista más guapo del mundo»

-      El proceso del capitán Saltatumbas

-      De la frivolidad al penal: la trayectoria de Santiago de la Cruz

-      Un consejo de guerra contra el ABC republicano

-      Antonio Buero Vallejo condenado a muerte

-      Joaquín Dicenta Alonso, «espíritu anarquizante e inmoral»

-      La peculiar trayectoria de Manuel García Bengoa

-      El consejo de guerra de Rosario del Olmo

-      La continuidad de la represión: Matilde Zapata, Rosario del Olmo y Amalia Carvia

-      La represión nunca olvida: Aurora Bertrana y M.ª Bueno Núñez de Prado

-      Antonio Agraz, anarquista y desesperado

-      Francisco Escola Besada en el punto de mira

-      El periodista Ricardo Flores murió en la cárcel

-      Los consejos de guerra de Ramiro Gómez Zurro

-      La «rebeldía» del masón Mateo Hernández Barroso

-      La condena de un periodista de «moralidad intachable»: Antoni Pugués Guitart

-      La condena del conserje que fue periodista: Antonio Uriel

-      La petición de indulto de Vicente Ramón Esteban

-      Condenado a muerte y desconocido: Eduardo de Castro Escandell

-      El destino del comediógrafo César García Iniesta

-      La inocencia del «chequista» Enrique Peinador

-      Epílogo

-       Bibliografía

 

sábado, 8 de junio de 2024

En vespa o patinete con Nanni Moretti

Azorín era un anciano de pocas palabras. Apenas las intercalaba entre prolongados silencios y sus interlocutores, un tanto desesperados a la hora de entablar conversación, acababan resignados ante el maestro cuando respondía con una frase tan escueta como a veces enigmática. Los periodistas de mediados del siglo XX creían que la ancianidad y la sabiduría iban de la mano. Ahora esta asociación parece cuestionada, pero entonces era un lugar común y en las entrevistas, ante la falta de otras vías para pegar la hebra, le pedían un consejo para los jóvenes escritores. Azorín, sin inmutarse ni entrar en explicaciones, lo resumía con su habitual estilo: «que estudien ciencias naturales».

Los periodistas de los años cincuenta solían ser respetuosos con los entrevistados y se limitaban a reproducir las respuestas como si fueran sentencias. Azorín no andaba desencaminado, pero tal vez debiera haber añadido que esas ciencias remitían a la necesidad de observar la naturaleza o la realidad como requisito para un conocimiento capaz de propiciar la creación literaria. Así se entiende mejor, pero muchos recordamos la anécdota azoriniana y nadie atribuiría a una celebridad una explicación tan obvia.

Rafael Azcona, menos enigmático por su apego a la cotidianidad, cuando le preguntaban acerca de la formación de un guionista recomendaba que el aspirante renunciara al coche propio y lo sustituyera por el autobús. Así tendría tiempo de observar caras, comportamientos y actitudes hasta el punto de suponer una historia particular para cada viajero. El entrenamiento era efectivo a la hora de conseguir el necesario verismo, pero el añorado maestro nunca llegó a ver a todos los usuarios de los buses atentos exclusivamente a sus móviles con la inevitable ignorancia del resto de personas anónimas.

La incapacidad para ver y observar, de verdad, nos conduce a unas creaciones convencionales, previsibles y ajustadas a los géneros en vigor. Sus productos triunfan entre el público mayoritario, pero también aburren a quienes apostamos no tanto por el descubrimiento de lo desconocido como por compartir la mirada que aporta nuevos significados a todo lo que nos rodea.

El objetivo me ha llevado de la mano de los más variopintos creadores del cine, el teatro y la literatura, a menudo acompañados de una música que tanto potencia el significado de una imagen en la pantalla. Federico Fellini, con la ayuda de Nino Rota, está en lo más alto de esa escala, pero otros muchos nombres se suman a quienes me han enseñado a ver sin necesidad de inventar nada, solo aportando el tono necesario gracias a la combinación de la cámara y la música. Las ciencias naturales no precisan de inventores, sino de una mirada sensible e inteligente.

Nanni Moretti me deslumbró, como a tantos otros, cuando me quedé hipnotizado al ver la mayoría de las escenas de Caro diario (1993). Desde entonces he disfrutado la película en repetidas ocasiones, completa o solo algunas escenas, pues la libertad narrativa del director permite esta elección. Y siempre, con la fuerza de lo alojado en un imaginario que comparto con mi mujer desde hace cincuenta años, disfruto al descubrir un nuevo matiz o confirmar lo conocido con la consiguiente complicidad.

La vespa de Moretti me puede llevar a una fiesta latina donde el baile de unos jóvenes supone una explosión de vitalidad o al recuerdo de la más seductora Silvana Mangano, pasando por un paseo con la compañía de una nave cercana o la libertad de dar balonazos en un campo desierto a los sones, verdaderamente emotivos, del gran Nicola Piovani.

Puestos, sin embargo, a recordar una sola escena siempre elijo la dedicada a Pier Paolo Pasolini, asesinado en un descampado cuya imagen sintetiza el destino de quien optó por vivir con la intensidad de la libertad y el consiguiente riesgo. Esos cuatro minutos tras una vespa hasta llegar al punto exacto del asesinato son una lección de saber observar y respetar al espectador que quiere compartir la observación sin prisas, montajes o efectismos. Lo recreado solo requiere un «tono» y, claro está, la música de Keith Jarrett:



En 1993, esos minutos a la búsqueda de Pasolini me llevaban por un desastrado paisaje que todavía veía en mi entorno de una ciudad costera. El viaje era corto porque podía conducir esa misma vespa sin necesidad de la ayuda de Nanni Moretti. Ahora, al cabo de treinta años, no sólo Pier Paolo queda lejos con su testimonio de lucha y libertad, sino que las propias imágenes del viaje han quedado difuminadas por una modernidad que no siempre supone mejoría o un motivo para olvidar el pasado.

La recreación de esa escena conduce, pues, a una doble añoranza que comparto generacional e ideológicamente con personas como Nanni Moretti. El peligro de envejecer más allá de la edad asoma con toda su fuerza, pero justo en ese momento recuerdo otra película del cineasta italiano, Il sol dell’avvenire (2023), cuyo título no admite una traducción al castellano. Al evocarla, tengo en cuenta el optimismo del desenlace en compañía de tantos personajes, pero sobre todo recuerdo que el argumento nunca gustaría a los responsables de Netflix y que, puestos a ser libres, en medio de la película podía surgir el mismísimo Franco Battiato para animarnos a una danza compartida:




Si viajo alrededor de mi propia cama, también giro sobre mí mismo en un pasillo o en cualquier rincón adonde me lleve la imaginación. La necesito de la mano de maestros como los citados para demostrar que la sabiduría de la experiencia es compatible con la libertad de lo imprevisto y sorprendente, aquello que nos salva del aburrimiento y una vejez limitada a unas pocas palabras, por muy justificadas y enigmáticas que resulten para una cita erudita.

 

martes, 4 de junio de 2024

Los premios José Estruch


Los premios José Estruch, del Teatro Principal de Alicante, van camino de cumplir los diez años y desde el principio he participado en el jurado gracias a la invitación de los organizadores. La tarea de asistir a los cuarenta y cuatro espectáculos teatrales programados a lo largo de la temporada a veces resulta dificultosa por los problemas de agenda, pero siempre es grata porque nos permite disfrutar de una variedad de propuestas escénicas que dan cuenta de lo más destacado de la cartelera del momento. La reunión del jurado convertido en un grupo de amigos supone un momento de balance y deliberación, al tiempo que de satisfacción por la tarea realizada en un teatro que no cuenta con las debidas ayudas para sacar adelante tan exigente programación. Solo el entusiasmo del equipo de dirección encabezado por María Dolores Padilla y la respuesta del público permiten compensar unas subvenciones muy por debajo de lo habitual en los teatros de las principales capitales de provincia. En octubre se harán públicos los ganadores y celebraremos la correspondiente gala de entrega de los premios. Mientras tanto, cabe esperar que el entusiasmo de unos pocos cuente con un mayor respaldo institucional para que, al menos, consigamos cambiar las deterioradas butacas y disfrutar con la debida comodidad de una temporada tan brillante como la ahora finalizada.