El procesamiento del
siempre singular Pedro Luis de Gálvez cuenta con una notable y desigual
bibliografía. Su consulta me ha permitido redactar un extenso capítulo dedicado
al bohemio para el segundo volumen de Las armas contra las letras, que
aparecerá a principios de 2025.
El relato del proceso hasta
la ejecución parecía cerrado, pero el análisis de la correspondiente
documentación ha deparado algunas novedades que matizan lo explicado por Juan
Manuel de Prada y quienes me precedieron. Ya daremos cuenta de las mismas. Baste
ahora señalar la relación del escritor con la peluquera Paquita Ruiz Sanz, la
hija de la portera donde vivía Pedro Luis de Gálvez en 1936 y con el tiempo
nuera suya.
Paquita, la terrible, aparece
en todos los testimonios incriminatorios que condujeron al paredón a Pedro Luis
de Gálvez, El capitán saltatumbas. El locuaz escritor, cuando alardeaba
de sus asesinatos durante los primeros meses de la guerra, siempre estaba
acompañado de la joven vecina. Él asesinaba en nombre de vete a saber qué
revolución y ella, «valiente» como miliciana, daba los correspondientes tiros
de gracia.
Los testimonios
recopilados durante el proceso, en su mayoría de vecinos de la pareja, no dudan
en atribuir múltiples asesinatos al poeta y la peluquera. El primero lo pagó
con una ejecución, pero la segunda consiguió salir de Madrid y diluirse en el
anonimato hasta que resultó detenida en Málaga y trasladada a la prisión
madrileña de San Isidro.
Allí, y al igual que su
madre, no dudó en acusar a Pedro Luis de Gálvez como un alcohólico atrabiliario
y más fanfarrón que violento. El poeta ya estaba ejecutado y todas las culpas
cayeron sobre su espalda. Sin embargo, los testimonios de la vecindad durante
la inmediata posguerra hablan de una pareja siempre unida en el «terror rojo».
El procesamiento de la peluquera era inevitable.
El sumario 21125 del AGHD
fue instruido contra Francisca Ruiz Sanz a partir de la orden dictada por el
auditor el 7 de agosto de 1943. No obstante, la procesada estaba en paradero
desconocido y el juez instructor ordena una requisitoria publicada en la prensa
el 24 de septiembre de 1943. Este recurso, por la experiencia de otros casos,
no solía funcionar, pero finalmente el 10 de diciembre de 1943 la localizan en
la cárcel madrileña de San Isidro, a donde fue trasladada tras la detención en
Málaga.
El 24 de enero de 1944,
Paquita, de veintiocho años, casada y peluquera, afirma haber declarado ya en
dos ocasiones -el dato está verificado-, pero lo hace de nuevo. La supuesta
asesina admite que conoció al poeta, pero «le cogió temor por las cosas de que
él se jactaba obligándole a que la acompañara a los distintos sitios donde el
tal Luis de Gálvez asistía». Tras afirmar que sabe de la ejecución del bohemio,
desmiente su participación en cualquier delito de sangre.
El mismo día 24, sin más
averiguaciones, el juez instructor eleva el auto al plenario del consejo de
guerra «siendo la mencionada encartada [Paquita] la que a las víctimas les daba
el tiro de gracia». Sin embargo, tres días después se presentan en el juzgado
dos vecinos de la procesada para avalarla.
Felipe Castilla Carbonero
no solo la exculpa porque iba obligada por Pedro Luis de Gálvez, sino que «al
igual que todos los vecinos de la barriada» la tiene «en buen concepto y, si ha
tomado parte en algún hecho delictivo, ha sido obligada y coaccionada por el
citado Gálvez, que no la dejaba un solo instante».
Don Felipe debió ser
convincente. El juez instructor ese mismo día redactó un nuevo auto exculpando
a la peluquera. «pues siempre ha sido persona de orden y ha observado buena
conducta, estando considerada como persona de derechas, y si bien acompañaba siempre
al funesto Gálvez, fue obligada por las acciones y amenazas de este, pero sin
que fuese de voluntad propia».
El 8 de febrero de 1944,
el auditor desiste de llevar lo instruido al plenario del consejo de guerra y
dicta el correspondiente sobreseimiento. Sin embargo, Paquita todavía no puede
salir en libertad por tener pendiente otra causa en el Juzgado Militar Especial
con el número 109.266. Los hechos eran los mismos, pero los sumarios se
multiplicaban, pues el 21125 venía derivado de otro anterior.
Estas circunstancias
serán explicadas en el extenso capítulo dedicado al procesamiento de Pedro Luis
de Gálvez. Baste ahora subrayar un hecho detectado en otros sumarios: la escasa
fiabilidad de los testimonios vecinales. Paquita, la hija de la portera, debió
causar una división de opiniones. Unos, en la inmediata posguerra, la vieron
como una asesina en serie y otros, pasado el furor de la Victoria, la
consideraron una persona de orden y de derechas.
La consecuencia es
evidente: si Paquita hubiera sido procesada en 1939 habría acompañado a Pedro
Luis de Gálvez en el paredón, pero cuatro años después acabó en libertad tras
pasar una larga temporada encerrada como persona de orden y de derechas. Eso sí,
entre los declarantes en el sumario del poeta, nadie la vio dar los tiros de
gracia, pero todos sabían que los daba.
Pd. Agradezco a Guillermo
Pastor Núñez, director técnico del Archivo General e Histórico de Defensa y
buen amigo, su ayuda para consultar este sumario. Archiveros como él, siempre
dispuestos a colaborar, son los que hacen posible nuestra tarea de
investigación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario